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Nuestro mundo de ayer


Cada uno puede tener su pasado, su “mundo de ayer” y , por tanto, su propio relato. Es difícil ser objetivo en una materia absolutamente subjetiva. Si las vivencias y los sentimientos , las alegrías y las tristezas, las dichas y las angustias son, aunque sean compartidas, personales, no digamos el recordarlas o relatarlas.

El genial Stefan Zweig nos legó su visión. Un autobiográfico relato, emotivo y vibrante , su auténtico testamento literario “El mundo de ayer. Memorias de un europeo”. En particular su narración (como patriota europeo, austríaco, judío, humanista y pacifista) de la evolución de la Europa del s. XX desde sus inicios al advenimiento de la I Guerra Mundial y sus consecuencias (entre ellas la II Guerra Mundial), junto con la muestra  del comportamiento del ser humano, con el retrato de sus pocas grandezas  y muchas miserias. Percibe como la humanidad, a la vez que se eleva hasta alturas insospechadas en lo técnico, retrocede un milenio en lo moral. Él mismo transita de ser un europeo, cosmopolita, rico, intelectual reconocido y homenajeado a ser un apátrida, emigrante sin papeles, pobre, proscrito y perseguido como un criminal. Pasa a vivir sin derechos, sin libertad, sin seguridad, sin bienes,…sin suelo bajo los pies. Se consuela pensando que así es un hombre libre: sólo aquel que a nada está ligado a nada debe reverencia.

La lectura de este relato me ha servido para reflexionar sobre nuestro propio pasado, “nuestro mundo de ayer”, entendiendo por ayer, en mi humilde opinión, no sólo la pesadilla etarra, sino el período que va desde la II República hasta hoy. Unos ochenta años. Tenemos alguna luz , pero también muchas sombras. Hay unos hechos, que en cualquier caso nos han marcado, más cercanos en el tiempo que otros. Existe el peligro de que la vida cotidiana provoque el olvido de lo que no afecta directamente y sin embargo, decía George Santayana “aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”.

Antes de la Guerra Civil, hubo una República que no brilló precisamente por sus formas refinadas. Bien es cierto que la “solución”,  fue un auténtico esperpento: un golpe de estado que condujo a una cruenta guerra de tres años de duración y dónde la aviación alemana e italiana “probaba” sus aviones contra “material humano”.  A esto siguió una dictadura durante casi cuarenta años.

Hubo quién, comenzando por una defensa romántica de la cultura vasca, pasó a utilizar las armas contra la dictadura. Al final de la misma una amnistía camufló una ley de punto final (olvido) para los opresores. Por desgracia, los que habían empuñado (o sus relevos) las armas contra la tiranía no supieron ni dejarlas a tiempo ni frenar su escalada de terror cada vez más alocada, teniendo de paso la “habilidad”  de mancillar la causa que decían defender. Por otra parte, antiguos jóvenes idealistas de izquierdas, obnubilados por el poder, no tuvieron mejor idea que, desviando fondos reservados, subcontratar a precio de saldo la guerra sucia.

Debemos tener la suficiente perspectiva para apreciar que aunque lo más cercano  en el tiempo es la brutalidad etarra (absolutamente extemporánea y repudiable), no debemos olvidar que el dolor tiene innumerables variantes, que la torpeza ha sido múltiple. También nosotros hemos sido testigos de la podredumbre moral de unos comportamientos con pocas grandezas y muchas miserias. “Nuestro mundo de ayer” ha tenido (y aún tiene) muchas tinieblas: el terrorismo, la tortura, la dispersión, la guerra sucia, la dictadura, la guerra incivil , el golpe de estado que derivó en guerra y el que pudo derivar,… También ha tenido sus luces, ya que en él han vivido (con ilusión, anhelo y esperanza no exento de esfuerzo, trabajo y sacrificio) nuestros ancestros y nosotros mismos. No obstante creemos que en general la sociedad , tras el cese definitivo de la violencia y ante otras preocupaciones vitales, quiere pasar página , si no lo ha hecho ya. Esto coexiste, de momento, con que algunos no quieran (porque políticamente no les interesa) y otros no puedan (porque el dolor es infinito y sus heridas no han cicatrizado) mirar al futuro. En cualquier caso, pasar página y mirar al futuro, con los tempos oportunos, es deseable y saludable y, desde luego, compatible con no olvidar el pasado, con recordar todo nuestro ayer, en el que han cohabitado el desarrollo económico con crisis cíclicas, el desarrollo cultural de la sociedad civil con la degradación moral provocada por los fanáticos de un signo y otro.

Zweig , quizás pretendiendo dejarnos un mensaje de esperanza (¡que poco le sirvió a él mismo¡) termina su autobiografía (¡y su vida¡) diciendo que toda sombra es , al fin y al cabo, hija de la luz y sólo quién ha conocido la luz y las tinieblas, la guerra y la paz, el ascenso y la caída, sólo este ha vivido de verdad. Por tanto, el deseo y a la vez la tarea, será lograr que, las sombras, es decir, los dolores y las heridas del ayer, cesen para todos y que, recuperando la fe en el ser humano, la depauperada economía y la débil democracia, vean, por fin, la luz.

Mikel Etxebarria Dobaran.
Publicado en Deia el 11 de mayo de 2014



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