Tengo familia catalana. Muy directa y muy querida. Me importa y mucho lo que se cuece en Catalunya. Es una tierra de gente trabajadora y honrada. Y son personas sensatas. Ya sé que generalizo, pero es que hay que hacerlo; chalados – ¡qué voy a contar yo desde Euskadi ¡- hay en todas partes. El seny no puede ni debe ser sustituido por la rauxa.
El día que se proclamó unilateralmente la
“independencia” era viernes; y a la tarde, en un viaje programado con
anterioridad, llegue a Catalunya en vuelo desde Bilbao. Era el día 27 de octubre
de 2017, día, por tanto, de la DUI (Declaración Unilateral de Independencia) .
Tengo una cierta habilidad para estar en días señalados en lugares especiales. La
tarde estaba extraña, oscura, nublada , con viento sur y bochorno. Además parecía que iba a llover
pero no lo hacía. Recuerdo que se oía el silencio. Las calles, en una zona
urbana y poblada, casualmente – o ¿causalmente?- estaban vacías. Una sensación
extraña para un país que estrenaba la independencia (¡¡¡). La vecina de mi familia-
el único ser visible en aquel desierto humano- una señora mayor, es decir, algo más mayor que
el que suscribe, que tenía colgada en su ventana la estelada, me decía, cariacontecida,
preocupada: ¿y ahora qué va a pasar?
Fue una enorme irresponsabilidad. Por
parte de todos. Hay personas que tendrían que tener prohibido dedicarse a la
política, son peligros públicos y ellos , en cambio, se ven como míticos
salvadores, como mesías redentores, que piensan que pasaran a los libros de
historia, ignorando que están llenos de insustanciales. Hay lideres políticos
(por llamarlos de alguna manera , ya me entienden) que estiran tanto la cuerda
y llevan a sus seguidores a tal esquizofrenia que llega un punto que ni saben
ni pueden parar. Eso sí, ellos pueden buscar una salida, autoexiliándose o
escondiéndose detrás de una pantalla. Y a los demás , que les zurzan.
Es más fácil manipular a la masa, a mucha
gente, que no uno a uno (eso lo saben todos los maquiavelos que en el mundo han
sido). Se logra así, a base de falacias bien adornadas, convertir autonomistas
en independentistas sobrevenidos y a
españoles sensatos en anticatalanistas de toda la vida. Como un Brexit con
mentiras bien estudiadas y repetidas o un triunfo del oprimido Trump liberando
a las masas proletarias de los potentados de América. El “España nos roba “fue muy bien vendido y mejor
comprado, cuando resulta que el mayor expolio estaba en el interior, era de
origen autóctono catalán. Y los “catalanes son traidores” sirve para distraer
del conocimiento del saqueo que algunos patriotas españoles hacían a su patria.
Por otra parte, en el juicio no han
estado como acusados e instigadores los
principales provocadores - jacobinos de
izquierda y de derecha- de que los
catalanes no tuvieran una salida con la renovación de su Estatut, cuando siguieron escrupulosamente todo el proceso legal
previsto (y entonces no se buscaba la independencia); de que se le “cepillara” pese
a estar aprobado por el 90% del Parlament Catalán; de que después de pasar el
fielato del Congreso y Senado y fuese aprobado mayoritariamente en referéndum
en Catalunya, se recurriera ante el Tribunal Constitucional, y , por tanto, de
fabricar independentistas a destajo. Hablo de los irresponsables (no es un error,
va con i latina por delante) poderes centrales, que saliendo de “rositas “de
este contencioso y para más escarnio, actúan como si fueran meros espectadores,
aparentemente ofendidos, en un asunto ajeno. Y encima como cortina de humo
“resucitan” a esperpénticos dictadores.
No obstante, si se quiere un cambio
sustancial de situación hay que hacer las cosas de otra manera. Desde luego sin
violencia (algo sabemos por desgracia, por aquí), sin imposiciones (por ningún
lado) y buscando convencimiento en lugar de atajos. Tiene que ser con mayorías
cualificadas y con acuerdos entre las partes implicadas; en los que uno se
sienta a una mesa y no se levanta hasta que
se firma el pacto. Más vale un mal acuerdo que un pleito permanente. Y si no
hay posibilidades de salida puede haber encajes imaginativos que aunque no
gusten totalmente a nadie ayuden a mitigar un gran desacuerdo.
Los que no merecen futuro político –
aunque si humano, como personas- son los que han creado con su impericia, con su
negligencia, con su terquedad, este gran problema; y no sólo hablo, como ha
quedado constancia, de catalanes. El pueblo catalán – como todos- no es unívoco
sino plural. Es una suma de individualidades con su intrahistoria personal.
Decía Salvador Espriú que “los hombres no pueden ser si no son libres” y por
tanto, merecen una oportunidad. Primero aclarándose internamente – con sereno debate,
reflexión pausada y libertad de pensamiento para todas las posturas- que es lo
que quieren, para poder plantearlo después externamente.
La vecina de mi familia temía que
apareciesen los tanques. Afortunadamente no fue así. Apelemos a la cordura. Es
hora de la vuelta de la Política (con mayúsculas), de que los cortoplacistas,
tanto “hunos” como “hotros” – como diría Unamuno- que sólo quieren engancharse
al poder (para estar ellos, no para arreglar los problemas de los ciudadanos),
sean reemplazados por estadistas que piensen, no en su futuro profesional o
político, sino en el bienestar de los ciudadanos y en las siguientes
generaciones. Ahora a corto plazo, con elecciones a la vista , lo único que se
puede hacer es procurar que la cordura impere y no se rompan más puentes que
los que ya se han roto. A medio-largo plazo hará falta gran altura de miras y
mucha mano izquierda. Es fácil destruir, es complejo curar heridas. Apelemos a
la esperanza. Pongamos a Catalunya, no en el bolsillo o en el cálculo electoral,
sino en el corazón.
Mikel Etxebarria Dobaran
Publicado en Deia el 7 de noviembre de 2019
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