En el mundo distópico que por el dichoso
bicho nos está tocando vivir, hemos comprobado que ni los deportistas de élite -
millonarios prematuros, les llamaba Bielsa-, ni los influencers -líderes
en redes sociales-, ni los ejecutivos agresivos -aunque habiten en el Ibex -35-,
ni muchos otros enormemente valorados, han sido considerados como personas
pertenecientes a sectores esenciales. Sin embargo, si lo han sido, el personal
sanitario, los trabajadores del sector alimentario, los de mantenimiento de
servicios básicos (agua, electricidad, gas, comunicaciones, limpieza,…), los
transportistas, los periodistas, las fuerzas del orden, los servicios de
seguridad, los bomberos, los asistentes sociales, los repartidores, …
Por otra parte, he asistido a una charla
virtual – como es casi todo ahora- organizada por el Colegio Vasco de Economistas
con la colaboración de Economistas Sin Fronteras, sobre la denominada Economía
Fundamental, a la que también se la llama Economía Fundacional - lo hace Orkestra,
el Instituto Vasco de Competitividad de la Universidad de Deusto, en su último Informe-
o Economía Cotidiana, es decir, del día a día. Y ¿qué es la Economía
Fundamental? Es la que se refiere a los bienes y servicios cotidianos esenciales
(salud, educación, suministros, vivienda, alimentación, sistemas de transporte,
…) y a las actividades ignoradas, tanto relacionadas con el desarrollo cultural
como al trabajo no remunerado (generalmente realizado por mujeres) de los hogares.
El concepto tiene su origen en la Universidad de Manchester en el Reino Unido y
surgió a partir de la anterior crisis, la financiera del 2,008. Nos dicen que puede
llegar a suponer, donde se ha medido (en Reino Unido, Alemania, Italia, …), el 60%
del empleo total. Las actividades que forman
la Economía Fundamental coinciden casi milimétricamente con la lista de los
sectores esenciales del confinamiento.
En estos tiempos disruptivos tendemos a
considerar a las acciones de la vida cotidiana como de segunda división y de
baja cualificación , a opinar que lo más importante son, la innovación, la tecnología…,
y que debemos poner el foco en la competitividad, la internacionalización, es
decir, en los sectores intensivos en conocimiento, pero luego, nos falla algún suministro
primordial (el agua, la luz, los alimentos, el transporte, las medicinas, ….) y
nos ponemos nerviosos. ¿No deberíamos, sin olvidar lo estratégico, cuidar de lo
básico? Por ejemplo, de la educación, la salud, la alimentación, la vivienda, la
cultura, la gestión de los recursos naturales, los cuidados, ya que son – no lo
olvidemos- los pilares donde se asienta la civilización. Además, es donde menos
fácil tendrá la imparable robotización eliminar puestos de trabajo. Esperemos,
por otra parte, que los fondos europeos no solo se concentren en lo estratégico
y en las grandes corporaciones y que no se olviden – aumentando las
desigualdades- de lo básico y de lo esencial. En Wall Street, y no es por
casualidad, el agua ha comenzado a cotizar en el mercado de futuros, junto al
oro y al petróleo.
Nos comentaron en la charla, que según un
estudio de la Universidad de Oxford es mucho más necesario e importante para la
comunidad el servicio de limpieza de un hospital que la labor de un corredor de
bolsa. Por otra parte, no es casual que los informes PISA dónde mejores notas
logren sean en países donde se valora (en todos los aspectos) la figura del
educador. Además, últimamente y por razones obvias hemos percibido con mayor
nitidez lo importante que es disponer de unos adecuados centros de cuidado, de
unas viviendas dignas, que no nos falten los alimentos,… Valoramos la salud en
las personas – ¡y en vaya momento nos ha tocado darnos cuenta¡- cuando falla o
nos falta; lo mismo ocurre con todo lo bueno, con los abrazos, con el cariño,
con el roce, con las relaciones presenciales… y hasta con los servicios y
sistemas básicos y rutinarios , que no se valoran hasta que dejamos de tenerlos.
Quizás, siendo un poco más humildes, no
deberíamos perseguir grandes quimeras sin preservar antes las necesidades
primarias. De la misma manera que crisis sanitarias precedentes hicieron que
los desarrollos urbanísticos de las ciudades cambiasen radicalmente, sería
bueno que de esta actual pandemia surgiera el reconocimiento de qué es lo que
verdaderamente importa, dónde están los sectores primordiales, qué es lo
fundamental para nuestra existencia, cuáles son las actividades y personas esenciales
y, por tanto, empezáramos a valorarlas como se merecen. ¿Aprenderemos, al
menos, esta lección?. ¿Descubriremos qué es y dónde está lo fundamental? Saint –Exupéry nos decía que sólo con
el corazón se puede ver bien, que lo esencial es invisible a los ojos, ¿seguirá
siendo así?.
Mikel Etxebarria Dobaran
No puedo estar más de acuerdo con cada una de tus reflexiones. Al final, es la propia naturaleza la que nos obliga a reconocer la importancia del producto del trabajo tangible: sanitarios, agricultores, ganaderos y aquellos que ejercen otros oficios inmemoriales, se presentan como bastión de la supervivencia ante el golpe de la pandemia. Espero que no olvidemos, reconozcamos la delicadeza de nuestro sistema, y reaccionemos valorando y cuidando de aquello que es básico e irreemplazable.
ResponderEliminarMuchas gracias, Mónica, por tus palabras. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarGracias Mikel. Felices Fiestas.
ResponderEliminarIgualmente, Mónica. Ahora toca disfrutar pero sobre todo cuidarse.
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