Recordemos que la mujer ha partido de una
situación objetivamente injusta. Hasta 1910 no podía ir a la Universidad, hasta
1931 no podía votar, hasta el no tan lejano 1978, sin permiso marital, no podía
trabajar, abrir una cuenta bancaria, vender o comprar propiedades o sacarse el
carné o el pasaporte. Ahora, a nivel global estamos en una buena, aunque lenta tendencia.
Según datos del “Informe Women in Business 2021” de Grant Thornton, el
porcentaje de mujeres en puestos directivos en el Estado ha pasado del 22% del
2011 al 34% del 2021, que es el mismo porcentaje en la Unión Europea; sin
embargo, en el País Vasco, estamos en el
23% y retrocediendo, ya que en 2020 estábamos en el 24%. En este sentido, desde
la instauración de la democracia no ha habido en la comunidad autónoma ninguna mujer alcaldesa
de las tres capitales , ni diputada general ni lehendakari. También es verdad
que en el franquismo tuvimos una alcaldesa en Bilbao y aquel régimen no era
precisamente más progresista que el actual. Y otro dato es que en la vecina Navarra van por la segunda lehendakari femenina.
No me gusta del todo el término
feminismo. Lo respeto. Y entiendo tanto a Virginia Woolf cuando indica que feminismo es la noción radical de que las mujeres
son personas, cómo a su sentido clásico, el que deriva de la dialéctica
hegeliana del amo y del esclavo, tal y como lo expresaba Simone de Beauvoir . Y me convence si por feminismo entendemos
abogar por la igualdad de oportunidades entre ambos géneros. No obstante, me siento
más a gusto hablando de humanismo, del conjunto de personas, de hombres y
mujeres, de igualdad de oportunidades para todos y desde todos los puntos de
vista: clase social, lugar de nacimiento, apellidos, color de la piel, religión,
idioma,… y desde luego género.
También opino que. aunque aún hay mucho camino
por recorrer, el método no creo que sea la imposición de cuotas, ni para la
política ni para los consejos de Administración o direcciones de las Empresas;
se debe llegar a los puestos clave, como
así se esta haciendo en las mencionadas inicialmente, por valía personal y
profesional. Desde luego hay que eliminar muchas barreras. En el mundo laboral,
conseguir una conciliación real laboral-familiar y permisos retribuidos en
igualdad de condiciones para la cría de hijos tanto para hombres como para
mujeres. No nos olvidemos, que aparte del problema de igualdad de sexos,
tenemos aquí en Euskadi un problema de demografía muy importante, y para
intentar solventarlo tenemos que tener más hijos y en edades más lógicas. La
brecha salarial, que hay que eliminar, surge porque resulta más difícil para la
mujer escalar en la jerarquía profesional y poder acceder a puestos mejor
remunerados, precisamente por ser mujer, tener y cuidar a los hijos, a los
padres mayores,…. En el ámbito familiar es preciso un pacto interno para poder
desarrollar una vida profesional plena con apoyo de la pareja.
Somos personas. Se trata de que nos
podamos desarrollar independientemente de nuestro sexo. Que cuente nuestra
valía personal y profesional, aptitud y actitud. Que los sistemas educativos
sean paritarios. Que las leyes no sean sexistas. Y que vayamos haciendo una
sociedad más justa, más tolerante y más equilibrada . Los hombres junto a las mujeres - que son nuestras madres, hermanas,
esposas, hijas, sobrinas, nietas,..- debemos
juntos limpiar los llamados suelos pegajosos y romper también los techos de
cristal , que en muchos casos siguen siendo de hormigón, para conseguir una
real igualdad de oportunidades. Porque esta es una de las señas de identidad de
las sociedades avanzadas.
Mikel Etxebarria Dobaran es autor de “Meditaciones Compartidas. De Bilbao al mundo"
Publicado en EC El Correo y en el Diario Vasco el 17 de mayo de 2021
https://www.elcorreo.com/opinion/tribunas/rompiendo-techos-hormigon-20210517223757-nt.html
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