He tenido el honor, por lo que estoy sumamente agradecido, de ser el padrino de la última promoción 2021/22 de Sarriko (UPV-EHU), compuesta por 375 nuevos economistas concernientes al Doble Grado de Administración y Dirección de Empresas más Derecho, al Grado de Administración y Dirección de Empresas, al de Economía, al de Marketing y al de Fiscalidad y Administración Pública. Es la Facultad de Economía y Empresa de Sarriko dónde comencé mis estudios hace casi 50 años, en 1975 cuando aún vivía el dictador, y los concluí en 1980, ya que entonces la licenciatura eran cinco cursos.
Se agolparon en mi mente muchos recuerdos de mis tiempos de estudiante. Era una época un tanto convulsa. Las asambleas, permanentes e incendiarias. Teníamos en la puerta de acceso de la Avenida “del Ejército”, unos hombres tan grises como poco amables. Todos los días mi Dyane 6 - el de gente encantadora - conducido por un adolescente barbudo era parado en los controles del Estado parapolicial.
Era
Sarriko un hervidero de todo tipo de influencias, tanto políticas como
sociales: maoístas, trotskistas, comunistas, socialistas, nacionalistas
moderados, abertzales radicales, sindicatos, asociaciones de vecinos… Hasta los
del Opus Dei, que ofrecían clases gratis. Y era fraternal la relación, sobre
todo en la cafetería, con los compañeros de Bellas Artes. Disfrutábamos de charlas
clandestinas, de Ortzi (más conocido luego como Paco Letamendia), de un tal
Isidoro (más conocido luego como Felipe González) que lo intentó y no le
dejaron, no curiosamente los grises sino unos visionarios que ya adolecían de autoritarismo;
y de muchos otros, que luego serían destacados políticos. Sin ser muy
conscientes de ello, participábamos en el nacimiento de una nueva era, desde la
frontera entre el fin de un régimen y el principio de otro.
El decano de
aquella época, ante la solicitud de que nos dejará un lugar para darnos clases
de euskera entre nosotros, de los que más sabían a los que menos, sin pedir una
peseta a la universidad, nos vino a decir que aquella era la facultad de
ciencias económicas y que no era, ni nunca lo sería, de ciencias vascongadas.
Como esto lo dijo en el mismo Aula Magna donde hicimos el acto de
apadrinamiento, en el que el euskera, como no puede ser de otro modo, tuvo una
notable y normalizada presencia, me vino a la mente ese recuerdo. Debemos tomar
nota, sobre todo los jóvenes, que la democracia, los derechos humanos y hasta los
lingüísticos, no son devenidos del cielo ni regalos de los Reyes o del Olentzero
sino fruto de la conquista social y que hay que estar alertas para defenderlos
porque son frágiles y nos los pueden arrebatar al menor descuido.
Guardo buen
recuerdo de algunos profesores, José Allende (activista comprometido), Milagros
García Crespo (que nos descubrió los valores del Club de Roma), Pablo Lucas
Verdú, Juan Urrutia, Javier Corcuera, Xabier Galarraga, Salvador Barberá, Manu
Beldarrain, Amancio Betzuen, Ángel de la Iglesia, las hermanas Gallastegui....
Como padrino,
he intentado transmitirles a los nuevos economistas, además de dosis enormes de
ilusión, varias sugerencias. Que valoren la educación recibida. Que sean
curiosos y no dejen de ser jóvenes nunca. Que sin minusvalorar otro tipo de
motivaciones, tengan sobre todo las trascendentes, como tener un propósito o
ponerse retos. Que sigan preparándose, conformando un ADN educativo con un
núcleo interno ( de pensamiento crítico, de visión global, de humanismo, de
cultura general, de perspectiva de largo plazo…) junto a núcleos periféricos
(de conocimientos técnicos y específicos más concretos y cambiantes); lo
segundo les ayudará a comer y lo primero a saber para qué vivir. Que valoren
las figuras de la empresa y del empresario, muy denigradas en el pasado y -a
veces- en el presente. Que procuren estar en organizaciones que tengan alma. Que
se dediquen a lo que les guste o que hagan, dándole una impronta propia, que
les motive lo que hagan. Que aspiren a ser personas valiosas. Que pongan pasión
en su profesión. Que lleven las riendas de su propia vida dándole sentido a la
existencia.
Ya no se
trata de defender derechos básicos o recuperar la democracia como en el Sarriko
de hace 50 años, pero los desafíos actuales no dejan de ser apasionantes: la
disrupción tecnológica, la emergencia climática, la crisis de la globalización,
el envejecimiento poblacional, los peligros del populismo, las desigualdades
económicas y sociales, las migraciones, la financiarización y la
oligopolización de la economía, el cuestionamiento de la clase política y la
democracia, los egoísmos nacionalistas, los radicalismos religiosos, la
singularidad, el transhumanismo… ¡Quién tuviera la edad de mis nuevos ahijados
y ahijadas¡. ¡Ánimo y a por todas¡
Mikel
Etxebarria Dobaran
Publicado en El Correo el 26 de abril de 2023
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