Encontrándonos en tiempos
vacacionales, calurosos e influenciados por el clima político y no queriendo
ser muy estricto al respecto, si quiero mencionar que últimamente he percibido
excesivo victimismo en algunos empresarios, en algunas empresas y en algunas
organizaciones empresariales. Y lo digo desde el cariño, la participación y el
conocimiento en la dirección de empresas y las organizaciones empresariales y
profesionales. Bien es cierto, que tanto manifestaciones poco amigables de algunos
políticos, como aptitudes poco edificantes de algunos sindicalistas dan pie a
que haya que establecer las oportunas defensas y aunque afortunadamente han
quedado atrás tiempos pretéritos, donde había dianas en las que se colocaba a
empresarios y empresas, no se erigen muchas estatuas en sus nombres.
Hay que subrayar, el valor que aportan
los empresarios y las empresas. Son el ámbito fundamental donde se crea la
riqueza de la sociedad y los puestos de trabajo, se incrementa el PIB (aunque
no sea el medidor más adecuado del bienestar), se satisfacen las necesidades de
los consumidores en bienes y servicios y se irradia el bienestar a la
colectividad.
Ahora bien, la empresa para ser considerada como tal y no como un simple negocio debe cumplir, a mi juicio, una serie de parámetros. Lo primero que tiene que ser, es rentable, ya que sino no podrá dar cumplimiento a ninguna otra finalidad; y hoy en día, la rentabilidad no solo debe ser económico-financiera sino también social y hasta ambiental.
También conviene tener visión a largo plazo, si quiere diferenciarse de un inversor con mentalidad cortoplacista. La utilización de unos valores éticos en su desenvolvimiento diario fruto de tener alma, es decir, un propósito trascendente, es también fundamental. Y desde luego tener en cuenta a los grupos de interés; no solo a los accionistas, sino también a los directivos y trabajadores, a los clientes y proveedores, a las administraciones públicas y a las entidades financieras, a la comunidad circundante en particular y al planeta en general.
A los lamentos actuales - recordemos
que señalaba Gracián que la queja reiterada desacredita- sería necesario
añadirles una pizca de autocrítica. No para hacerla todos de todo, pero si
alguno en lo que le pueda afectar. Como autoayuda para realizarla, se me ocurre
formular unas preguntas.
¿Ofrecemos en las empresas alguna participación,
bien en la gestión, bien en el capital o los resultados, al grupo de interés
que tenemos dentro de la propia empresa, es decir, a los trabajadores?
¿Consideramos que la horquilla
salarial entre el CEO de la empresa y el más humilde de sus trabajadores es
razonable?
¿Es injusto que sectores muy regulados y ante beneficios
extraordinarios -llovidos del cielo- tengan que arrimar el hombro? Matizo, que no estoy de acuerdo en que se
haga vía impuestos sino que creo sería más justo abonarlos directamente, es
decir, devolverlos a los clientes, y que la Administración, que también los ha
recibido llovidos del mismo cielo debería también devolverlos
a los ciudadanos y a las empresas.
¿Contribuye a una buena gobernanza seguir configurando
Consejos de Administración con consejeros “independientes”, tan alejados,
a veces, del conocimiento empresarial como bien conectados al mundo político?
¿Creemos que si en la empresa existen prácticas
nepotistas (ad intra y ad extra) casan con la ética empresarial?
¿Creen las empresas financieras, mal
acostumbradas, algunas de ellas, a privatizar los beneficios y socializar las
pérdidas, que al aplicar inmediatamente los incrementos del precio del dinero
en los préstamos y no en los depósitos, se ganan el aprecio de sus clientes?
¿Nos parece más aconsejable en un
mundo finito el crecimiento ilimitado que el desarrollo
sostenible? ¿Nuestras políticas de ESG (medio ambiente, social y gobernanza) se
limitan al mero cumplimiento normativo o miran más allá?
¿La educación debe estar al servicio de
las inmediatas necesidades de las empresas? ¿O, más bien, hay que conjugar el formar
a personas libres con acuerdos estratégicos entre el mundo educativo y el
empresarial?
¿Los llamados estudios de impacto
reflejan la realidad o son más bien un marketing publicitario? ¿No habría que
ser más prudentes y no sumar conceptos incongruentes?
¿No es mejor que el dividendo u obra social
-que está muy bien que exista- comience por tratar con justicia a los grupos de
interés (trabajadores, clientes, proveedores…) que buscar de cualquier manera
la maximización del beneficio?
Quizás, si queremos minorar el
distanciamiento que se da, a veces, entre algunas empresas y la sociedad, más
que quejarnos de falta de reconocimiento, nos convenga, corrigiendo alguna praxis,
tener empresas más humanas y cercanas.
Mikel Etxebarria Dobaran
Publicado en El Correo y diarios del Grupo Vocento, el 30 de julio de 2023
https://www.elcorreo.com/opinion/tribunas/mikel-etxebarria-dobaran-empresas-humanas-20230730233530-nt.html
Efectivamente Mikel , siempre elocuente, con humanidad y humildad, (la empresa será un elemento de unión y no desunión, de ilusion con incentivos reales ,con políticas humanitarias ).
ResponderEliminarEs un honor conocerte .
Mila esker.
Muchas gracias por la aportación. Un abrazo.
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