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Poner Vida a los Años











Aunque este año he cumplido sesenta años , esta reflexión, va dirigida tanto a la gente de mi edad o mayor que yo – una persona de cada cuatro en Bilbao tiene más de 65 años- como a los jóvenes , que nos atisban desde la lejanía.

Aunque objetivamente uno tiene más pasado que futuro, el pasado ya lo hemos vivido, el futuro es a dónde nos dirigimos y es en el presente donde estamos. Por tanto, en primer lugar “carpe diem”, debemos disfrutar el momento, nos decía Horacio. Y en segundo lugar, debemos pensar y preparar el futuro, sea corto o sea largo, que no nos pille en “fuera de juego” y esto hay que hacerlo desde que se nace.

Cicerón, hace más de dos mil años, medía la vida humana en climaterios , que son tramos de siete años y llamaba al noveno climaterio, es decir , cuando se cumplen 63 años , el gran climaterio, la entrada en la vejez. En la Europa actual, la cuarta parte de la gente ha superado el noveno climaterio. Y a esa edad, poco antes de ser decapitado escribió “De senectute”  (sobre la vejez) en la que nos recomienda como envejecer bien, no porque la vejez sea buena sino para hacerla buena, como dice Pedro Olalla. ¿ Y cómo se consigue? En primer lugar, siendo antes de envejecer, es decir, viviendo la vida previa, con humildad, sensibilidad, cultura, juicio, sentido común, honestidad,… produciendo, en definitiva, un legado vital por haber vivido con un espíritu humanista. Y durante la vejez, seguir teniendo hambre por aprender,  seguir activo, … decía Galeno que no se es viejo por los años sino por la merma de facultades. En definitiva, la vejez , nos dice Cicerón , ha de vivirse con naturalidad y su vivencia depende más de como se haya vivido el resto de la vida y del carácter y actitud de cada uno, que de aspectos intrínsecos de la edad.

Pero ahora además vamos a tener que cambiar de paradigma. Resulta que el calculo de la esperanza de vida, que  se estima en estos momentos para los países desarrollados entre 80 y 85 años, puede no estar bien calculada. Scott y Gratton en su documentado ensayo “La vida de 100 años”, nos dicen que se calcula sin tener en cuenta los progresos en nutrición, salud, educación y tecnología, ya que si se tuvieran en cuenta,  para los niños de ahora e incluso para los millennials o generación Y, su esperanza de vida se situaría por encima de los 100 años. Además para que la vida más larga sea un regalo y no una condena, nos sugieren los citados profesores de la London Business School,  que hay que replantearse la salud, las finanzas, la educación, el trabajo, la familia, las amistades,…. la existencia entera. No se hará primero formación, luego trabajo y después descanso , sino que se alternarán formación diversa, trabajo cambiante y asueto variado. Lo bueno, a los que les toque, es que tendrán más tiempo para exprimir más la vida; lo malo, que la jubilación se alargará hasta los 80 ó más años.

De todas maneras, lo básico y fundamental es, pasemos de 80-85 años los que somos veteranos actuales o lleguen a más de 100 años los jóvenes actuales, poner vida a los años. Con pasión. Con determinación. Sin olvidarnos de los soportes, de las condiciones necesarias aunque no suficientes, de la buena salud , de la calidad de vida y de no tener apuros financieros. ¡ Cómo si fuera fácil conseguirlo ¡ Pero fundamental y trascendental , se tenga poco o mucho tiempo, es que debemos dar contenido y sentido a la propia existencia desde cualquier edad. Preparación intelectual y pensamiento crítico ante un mundo complejo. Flexibilidad y agilidad mental ante la velocidad vertiginosa y exponencial del cambio permanente. No cometamos el error, como anticipa el historiador Y. N. Harari , de ser humanos mansos y torpes en manos de inteligencias artificiales cada vez más sofisticadas y ágiles. No tenemos que asustarnos con los denominados cambios disruptivos, existen desde que existe la especie humana. Debemos perseverar en la curiosidad, dicen que el curioso no envejece nunca. Si estamos ayudando a nuestros hijos cuidando a nuestros nietos, debemos procurar tener un tiempo propio, que nos lo hemos merecido. Por último, cuando nos toque partir, hay que intentar hacerlo dignamente, ya que morir es en sentido literal “perder el tiempo” y para ello, valga la redundancia, siempre hay tiempo. Y ojalá seamos capaces de haber transmitido  el legado vital humanista que hemos construido en nuestra vida. De momento, antes de que los años nos dejen sin vida, mejor poner vida a los años.


Mikel Etxebarria Dobaran



Publicado en Deia el 4 de noviembre de 2018

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