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Poder Asambleario


Al haber cambiado no hace mucho de domicilio, me ha tocado asistir a varias reuniones de la comunidad actual de vecinos . La verdad es que hay reuniones cada dos por tres y aunque no he podido ir a todas, el asistir a alguna de estas reuniones, me ha llevado a recordar las asambleas de los antiguos buenos tiempos –seguramente así recordados porque uno era entonces joven- de los años setenta en la Facultad de Económicas de Sarriko.

Nunca me han hecho gracia ni las aglomeraciones ni los tumultos, pero sí es verdad que aquellas asambleas tenían su cosa. Quizás porque algunos pensaban o incluso pensábamos, ¡qué ilusos ¡, que íbamos a transformar el mundo. Y es que las asambleas se preparaban como una acción militar; muchas veces no sólo por los organizadores sino por otros, los que intentaban sin haberla convocado, controlarla con estrategia, táctica y operativa. 

El objetivo de los primeros era sacar algo adelante y el de los segundos, al contrario y normalmente, reventar la asamblea. Para lo primero, los ponentes tenían que estar bien preparados y además bien arropados por elementos de la asamblea. Por otra parte, para romperla , no hacía falta excesivo número de personas, servían con muy poquitas , localizadas estratégicamente en puntos distintos de la sala donde se desarrollaba , haciendo uso del derecho a tomar la palabra y no dejando – por supuesto, democráticamente- que nadie más, fuera del grupo elegido, tuviera opción de tomarla; además, se trataba de meter mucho ruido, mezclar muchas falsedades -las fake news no son invento de ahora, ¡ bien lo sabía Orwell ¡- con algunas verdades, tener dominio de la situación, abusar de la demagogia, manejar muchos datos, no parar de hablar, consignas claras y directas, poner de los nervios a la mesa presidencial, mensajes repetitivos,….y como traca final, una gran bronca, terminar como el rosario de la aurora y que quedara todo en agua de borrajas.

Eso mismo, con pequeñas variantes , lo hemos visto en asambleas de fábricas; dónde algunos sindicalistas han sido auténticos maestros. Y ¡cómo no¡ en el mundo político, sobre todo, en asambleas internas de los partidos, en las bambalinas ; donde a veces por un puñado de votos, entre muy pocas personas y utilizando procedimientos, de tipo ortodoxo si valen o de tipo heterodoxo si son precisos, se puede decidir la nominación de un futurible alcalde, diputado o presidente, con lo que ello implica.

Algo similar a lo comentado estoy viviendo en mi nueva comunidad de vecinos , cuya intrahistoria , ese inmenso foco ardiente que se lleva dentro según Unamuno,  resulta kafkiana. He sido testigo de como un grupo insurgente, no muy numeroso, ha podido, quizás con alguna razón, cargarse al administrador de la comunidad. Integrado este grupo , eso sí, por gentes aparentemente instruidas en formación académica , con su licenciatura universitaria ; pero, quizás, supuestamente también, no tan preparadas en valores humanistas : educación, respeto, empatía, humor, ironía, humildad, crítica constructiva, espíritu colaboracionista,…. De su mano ha llegado otro administrador , que resulta que tampoco les gusta,  porque dejando patente su profesionalidad no está de acuerdo, como ellos decían, en que todo lo anterior había sido un despropósito.

En las asambleas, cuando su objetivo es reventarlas, siguen la estrategia descrita anteriormente: arrogarse en posesión de la verdad absoluta, criticarlo todo y con afán destructivo, monopolizar el derecho al uso de la palabra, destreza en la explicación de hechos alternativos, dominio de la postverdad, reescribir la historia, impugnar todo lo que se decida,… ¡ Yo que pensaba que el bolchevismo estaba obsoleto y que las estrategias de Goebbels estaban periclitadas ¡

Claro que uno ve también algunas asambleas de algunos parlamentos, por ejemplo, el británico debatiendo el Brexit , el español en cualquier sesión o el vasco cuando los fanáticos de ambos lados de la barricada se enzarzan y puede suscribir que las películas de los Monty Python o de Berlanga no eran nada exageradas.

Tanto a Mark Twain como a Diógenes de Sinope se les atribuye aquello de que “ cuanto más conozco a algunos humanos más me gusta mi perro”. Cada vez lo entiendo mejor . Y eso que no tengo  perro.

Mikel Etxebarria Dobaran

Publicado en EC El Correo el 22 de septiembre de 2019






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