Siendo “el
mundo entero un Bilbao más grande” como decía Unamuno, los bilbaínos que se han dedicado en cuerpo y alma a su
pueblo, de facto, lo han hecho al mundo entero.
Este es el
caso, entre otros, de Gabriel Aresti (14/octubre/1933-5/junio/1975) y aunque, como
señala Jon Kortazar, hay muchos G. Aresti viviendo en la memoria de la gente,
vamos a intentar acercarnos a él. Nació en la calle Barroeta Aldamar, junto a
la Ría y frente al Ayuntamiento y su corta existencia (41 años) coincidió con
el franquismo, lo que visto con perspectiva e ironía, quizás no tanto para su
desgracia como para desdicha de la propia dictadura, ya que aunque no conoció
otra cosa, fue capaz de plantarle cara, con su poesía, con el euskera, con su
compromiso social, con sus inquietudes culturales, con su afán por hacer y
aportar muchas cosas,….
Casualmente
a unos metros del lugar en el que nació Aresti, si bien unos años antes, en 1865,
nació otro bilbaíno que falleciendo también muy joven, a los 38 años, tuvo también
tiempo de dejar una gran impronta, Sabino Arana.
Gabriel, a sus
12 años, en el año 1945, decidió aprender euskera, sin apoyo familiar (su
padre era concejal en el Ayuntamiento franquista de Bilbao) ni en el entorno
más adecuado, un Bilbao gris, plomizo, muy castigado y erderizado. Dadas las circunstancias,
fue autodidacta, el euskera se lo enseño a sí mismo, como también lo hizo Arana
y como haría Unamuno con muchos idiomas
que conocía. Además no solo se limitó a aprender euskera sino que se convirtió
en académico de Euskaltzaindia y como era un hombre práctico propició la
unificación del idioma con el desarrollo del euskera batua. Amando los dos al
euskera, mientras Unamuno, apelando al realismo, opta por darle una bella
sepultura y dejarlo para el estudio de eruditos y filólogos, Aresti, en una
época aún más negra, escoge, afortunadamente, unificarlo, usarlo y lanzarlo al
mundo. “Eman ta zabalzazu munduan” diría Iparraguirre.
Hizo
estudios de peritaje mercantil e intentaba ganarse la vida -tuvo esposa y cuatro
hijas, una fallecida prematuramente- con muchas estrecheces, de contable,
cambiando a menudo (a veces despedido por circunstancias políticas) de empresa.
Pero su
mente estaba en otros lugares: sobre todo, en el euskera y en la poesía. Además
de su responsabilidad voluntariamente asumida con el idioma tenía su particular
compromiso con la sociedad, a través de una poesía de componente social.
Quizás
siguiendo el dicho unamuniano de mejor hombre entero que partido, no militó en ningún partido político, aunque tuvo una
breve participación en EGI y sus inquietudes estaban, en aquellos tiempos que
quizás eran más nítidos que los actuales, con la solidaridad y el humanismo de izquierdas.
Colaboró en
muchas tertulias, como la de La Concordia. Tuvo la influencia de Nietzsche Elliot y Bertolt Brecht. Fue buen amigo de
Blas de Otero , Celaya y Oteiza. Maestro de Atxaga, Juaristi y Sarrionaindia.
En la Editorial Lur acogió a Saizarbitoria, Urretabizkaia y Lete. Colaboro con
Oskorri y Mikel Laboa.
Puede que sus
obras más importantes sean las que componen la serie “Harria” (Piedra): Harri
eta Herri (Piedra y Pueblo), Euskal Harria(Piedra Vasca) y Harrizko Herri Hau
(Este Pueblo de Piedra). Su poema más conocido es “Nire Aitaren Etxea” (La Casa
de mi Padre), que termina de esta manera….” Ni hilen naiz, nire arima galduko
da, nire askazia galduko da, baina nire aitaren etxeak iraunen du zutik” ( Me
moriré, se perderá mi alma, se perderá mi prole, pero la casa de mi padre
seguirá en pie). Cultivó todos los géneros literarios: poesía, novela, cuento y
teatro. Fue traductor, filólogo y entusiasta del bertsolarismo.
Como acontece
con los que sobresalen del rebaño tuvo múltiples discrepantes. Para unos era un
rojo peligroso, para otros un vendido
españolista, a veces se le consideraba un euskalzale heterodoxo, otras un comunista advenedizo, un pequeño burgués
o hasta un poeta soñador. No obstante aquel niñito tartamudo y miope, como así
mismo se definía, nos dejó un legado de compromiso euskaldun y responsabilidad
social.
Hoy en día,
el filósofo Bauman nos habla de las sociedades líquidas, es decir poco sólidas,
con poco fuste, para entendernos entre bilbainos. Resulta llamativo que en un
período tan negro, en plena represión franquista, puedan surgir personalidades
tan sólidas, que sean capaces de, a pesar de pasarlas canutas, de ser más censurado
que alagado, desarrollar su creatividad y además a contracorriente de su tiempo
y contexto.
Hubiera sido
también interesante, en este mundo globalizado tan convulso, una persona que
como él defendía y entendía a los emigrantes, tanto de fuera de Euskalherria
como a los propios autóctonos que tenían que abandonar su entorno rural para
trabajar en el medio urbano, ver su posicionamiento ante las forzosas
emigraciones masivas provocadas por las guerras y ,sobre todo, ante las
aptitudes y reacciones occidentales. “Beti paratuko naiz gizonaren alde”
(Siempre me pondré al lado del hombre) dejo escrito.
Señala su hija
Andere en la biografía que sobre él escribe Seve Calleja, que Aresti, el poeta
contable, conoció, amó y aborreció a Bilbao…. porque le dolían sus defectos. Pero
no obstante, por su amor a su pueblo y a su idioma, ha pasado, desde Bilbao y con
el euskera, es decir, desde nuestra intrahistoria, como diría Unamuno, a realizar
una inigualable contribución a la poesía y en definitiva a la cultura universal.
Publicado en Deia (con seudónimo) el 14 de octubre de 2016
Publicado en Deia (con seudónimo) el 14 de octubre de 2016
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