Acabo de leer el , recientemente
publicado, tercer volumen de los Diarios de Iñaki Uriarte, que abarca los años
2008 a 2010 (tres años). El segundo abarcaba cuatro años (2004 a 2007) y el
primero cinco (1999 a 2003). Los he leído poquito a poco, a pequeños sorbos.
Son pocas páginas y no quería agotarlas rápidamente. Me recordaba cuando mi
hija Eider de pequeña tomaba el helado con la cucharilla al revés…. para coger menos
y que le durará más.
Se dice que el genero de escribir Diarios
es un genero menor, de literatura de segunda , ya que tal vez sea la novela de
los autores que carecen de imaginación. Pero nada de eso. Es en todo caso una
literatura autobiográfica, donde uno da rienda suelta a su experiencia
personal, donde se manejan , como dice José Luis Melero en el “Manual de uso
del lector de diarios” , impresiones, más que recuerdos (estos serían en las
Memorias). También nos señala grandes diaristas, muchos de los cuales son
grandes escritores . Algunos de ellos: Alberti, Alcalá -Zamora, Aub, Azaña,
Baroja, Baudelaire, Bauman, Beauvoir, Benjamín, Bioy Casares, Bonet, Brecht,
Bukowski, Byron, Camus, Carroll, Dalí, Delibes, Dostoievski, Eco, Gide,
Gombrowicz, Gorki, Gunter Grass, Herman Hesse, Henry James, Jünger, Kafka, Juan
Larrea, Julián Marías, José Martí, Pablo Martínez Zarracina, Muñoz Molina, Orwell,
Josep Pla, Ridruejo, Rilke, Sábato, Sánchez-Ostiz, George Sand, Saramago,
Sartre, Tolstoi , Umbral, Unamuno, Vila-Matas,
Virginia Woolf,… Y hasta relaciona al lehendakari Aguirre y al gudari Joseba
Elosegui.
Además de los citados, hay dos diaristas que
querría destacar especialmente: Jules Renard y Andrés Trapiello.
Jules Renard comenzó a escribir su Diario
con apenas veinte años y no dejaría de hacerlo nunca. Abarca de 1887 a 1910. Ejemplo
de lucidez y retrato de la vida literaria de Paris. Sus Diarios se publicaron
tras su muerte. Es un clásico de la literatura y usa el método de disociación
como surrealista estrategia de humor. Sus páginas pueden leerse al azar e
incluye un gran número de celebres aforismos. Tomaba el escribir como una forma
de hablar, sin que le interrumpan a uno.
Andrés Trapiello, por otra parte, además
de poeta y Premio Nadal como novelista, es diarista por excelencia. Sus diarios
se concentran en la colección llamada el Salón de los Pasos Perdidos, que era
el salón donde en las antiguas casas señoriales nadie se detenía, pero era por
donde había que pasar siempre que se quería ir a algún otro salón (el Chino, el
de Baile, el de los Retratos,….). Lleva publicados dieciocho libros (diarios)
desde el año noventa. En el primero de la colección, titulado “El gato
encerrado” nos confiesa que necesita ser entusiasta para leer y escéptico para
escribir y que los diarios son a la literatura lo que el yogurt a la dieta, un
privilegio de naciones bien alimentadas. Nos dice también sensatamente que nos
reconocen mejor en la calderilla que en los billetes grandes, que es mejor
escribir con errores propios que con aciertos ajenos y que vivir está hecho de
interrupciones, que en la muerte no las hay.
Hay quién dice que Uriarte imita a
Trapiello. No habría problema si así fuese, Proust decía que como se ha dicho
todo, conviene repetirlo. Pero la verdad es que los estilos son diferentes.
Quizás lo digan porque ambos incitan a intentar adivinar a que personaje conocido se refieren, el
primero con iniciales y el segundo con el sr. X.
Los Diarios, especialmente de los citados
Iñaki Uriarte, Jules Renard y Andrés Trapiello, son , sin lugar a dudas, agradables,
amenos, divertidos, en definitiva deliciosos. Y eso que están (o parece que
están) como escritos al vuelo (del Quijote también se suele decir eso). Vivimos
unos tiempos (tal vez siempre lo han sido) demasiado agobiantes. Cuando hay
trabajo porque es excesivo y estresante. Y si no lo hay es aún peor. Por eso ,
en esta civilización de la prisa, de la disponibilidad inmediata, del e-mail
insistente, del wasap agobiante, de las noticias de cualquier parte del mundo
en tiempo real,… resulta tranquilizador, relajante y placentero poder leer y
disfrutar con narraciones de la vida común (no grandes disquisiciones
filosóficas ni tramas enrevesadas) realizadas con ironía, humor,
escepticismo,…. Curiosamente los tres deliciosos diaristas beben, como tantos
otros, de la también gozosa e inagotable fuente de Montaigne. Y gracias a Iñaki nos enteramos que leer al vasco (como me suele gustar decir a mí)
Montaigne alarga la esperanza de vida entre diez y quince años. ¿Cuánto se alargaría
si además siguiésemos sus reflexiones?
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