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El PIB y lo que hace que la vida valga la pena




Fue muy loable la creación del indicador macroeconómico PIB (Producto Interior Bruto) en Estados Unidos, tras la depresión de los años 30 del pasado siglo, cara a prevenir conflictos sociales. Se consiguió tener una guía útil para identificar la actividad económica a partir de los ingresos impositivos, los servicios básicos y la creación de puestos de trabajo. Y también sirvió, tras la segunda Guerra Mundial , con la restauración de infraestructuras y sistemas financieros , para prevenir conflictos mundiales. Pero desde entonces ha llovido mucho y surgen paradojas que obligan a plantear alternativas.

 

Ahora estamos abrumados por datos, por sistemas de control, por algoritmos, lo que en teoría nos llevaría a estar muy bien informados. Sin embargo usamos, para tomar importantes decisiones, indicadores que sabemos que ya no son válidos porque no miden lo que decimos que miden, porque no incluyen lo que deberían incluir o porque contienen lo que no corresponde. Y uno de ellos es precisamente el PIB. El premio Nobel de Economía, Joseph E. Stiglitz, abogaba por retirarlo como indicador, ya que de mediciones erróneas - decía - se toman decisiones distorsionadas. Y a pesar de ello, lo seguimos usando como referencia para medir el “éxito” en los países y la validez de sus políticas públicas. Esta es una primera paradoja.

 

El PIB no mide el bienestar, no es algo cualitativo sino cuantitativo. Pretende medir el crecimiento (el aumento en la cantidad de recursos) e incluso el desarrollo (la mejora del diseño, tecnología,..), pero el crecimiento económico es una “mala” gobernanza, nos dice Julia Steinberger.  El PIB considera  el crecimiento ilimitado como prioritario (¡en un planeta finito¡) y a la vez, se olvida de medir lo que de verdad importa, las variables intangibles: la salud, el medio ambiente, el bienestar , la seguridad laboral y económica, la cohesión social, el espíritu solidario, la educación y la cultura, …. Esta es una segunda paradoja.

 

¿Qué incluye el PIB? Los flujos monetarios que controla el mercado. No restan los costes medioambientales. La pobreza o desigualdad no se considera. El voluntariado, los cuidados y lo que no se remunera no cuenta. Los gastos para paliar pandemias y guerras suman. Mezcla crecimiento y desarrollo. Suma costes y beneficios. No distingue entre actividades que mejoran o reducen el bienestar. Confunde más que aclara. Tercera  paradoja.

 

Aunque hay algunas excepciones , como Bután, donde se ha utilizado  como indicador el llamado Índice de Felicidad Nacional Bruta, o como Nueva Zelanda, que adoptó un indicador de bienestar , con parámetros cualitativos como la identidad cultural, el medio ambiente, la vivienda , los ingresos , el consumo y las conexiones sociales; seguimos aferrados al PIB. Y eso que existen alternativas. Destaca el GPI o Índice del Progreso Genuino, que complementa y ajusta al PIB. También, los índices IDHS (Índice Desarrollo Humano Sostenible), ICPDS (Índice Coherencia Políticas Desarrollo Sostenible),… .Otros medidores más parciales son : el coeficiente de Gini, la Huella Ecológica, el PIB Verde…. E incluso los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible).

 

Es un tema que preocupa. En el informe al Club de Roma “Come On¡” se aborda este tema, Economistas Sin Fronteras le ha dedicado un número especial y una webinar, BBK realizó un Informe sobre alternativas al que denominó “Indicadores Macrohumanos” y en la última asamblea general de Eusko Ikaskuntza se manifestó la inquietud.

 

Entonces, ¿por qué se sigue usando el PIB? Porque indica actividad , es un reflejo de puestos de trabajo y de ingresos fiscales, hay consenso mundial , se expresa en un dato que es relativamente fácil de obtener, cualquier alternativa habría que pactarla mundialmente y supondría un gran volumen de datos,… y porque los políticos se sienten cómodos con el crecimiento económico como objetivo prioritario.

 

Robert Kennedy dijo en la lejana campaña electoral americana de 1968 (unas semanas antes de ser asesinado) que el PIB mide todo menos lo que hace que la vida valga la pena ¿Y qué es lo hace que la vida valga la pena? En mi opinión, no es el crecimiento económico, sino el bienestar de las personas y la sostenibilidad de la naturaleza. Dado que para una vida buena y saludable es más aconsejable el progreso controlado que el crecimiento ilimitado, lo ideal sería utilizar un cuadro de mando con indicadores solventes, mensurables, relevantes y útiles ó, al menos, un PIB mejorado con información humana y ecológica. Existe posibilidad técnica y, sobre todo, necesidad ética para hacerlo; lo que falta es consenso y voluntad política. ¿Esperaremos, como siempre, a que sea demasiado tarde?

 

Mikel Etxebarria Dobaran es autor de “Meditaciones Compartidas. De Bilbao al mundo”.

Publicado en El Correo el 21 junio de 2021







Comentarios

  1. Sin un nivel adecuado de salud emocional y física, una sociedad no puede alcanzar un progreso sostenible. Extraordinaria publicación Mikel !

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