Vuelvo a
cumplir años. Hace tiempo que, salvo que bata el récord de longevidad mundial,
me quedan por cumplir menos años de los que he cumplido. Pero no me preocupa. Creo
que he vivido – y ojo quiero seguir viviendo, ¡qué nadie piense lo contrario¡-
aprovechando la vida; tratando de hacer lo que me gusta a la vez que intentando
que me agrade lo que hago. Respetando a los demás y procurando ser respetado. Mis
logros más destacados posiblemente sean mi familia y reflejar mis pensamientos,
que en un principio eran para mí mismo y luego se transformaron en meditaciones
compartidas, como la presente. Cuando yo no esté, será, junto con el recuerdo
que me guarde alguien durante algún instante, lo que quede. También he tratado siempre
que mis pensamientos fueran nobles, mis palabras educadas y mis actos acordes y
coherentes con ellos, pero esto deben ser otros los que lo juzguen.
A diferencia
del grandioso poeta Mario de Andrade, no me apremia el tiempo. Mi alma
no tiene prisa. Ni por hacer demasiadas cosas ni por dejar de hacerlas. Lo que
he realizado hecho está y ahora con lo que haga, lo que quiero es disfrutar,
sin fijación de horarios, sin muchas preocupaciones, sin objetivos demasiado
ambiciosos, sin premeditación excesiva. Vivir es elegir; hemos elegido y nos
han elegido, aficiones, amores, trabajos, inquietudes, lecturas, amistades, lugares,
… y lo seguiremos, con tranquilidad, haciendo.
Ya sé que el
tiempo es relativo y ahora corre más deprisa que cuando éramos jóvenes o niños,
de cuando los veranos duraban años y los fines de semana meses. Por fortuna tenemos
una mochila cargada de recuerdos, de cosas que ya hemos hecho, de personas que
hemos conocido, de lugares que hemos visitado, de experiencias que hemos vivido,
de libros que hemos leído. Y eso es impagable. Se encuentra en nuestra alma y
nos ha pulido como personas, nos ha hecho lo que somos, son nuestro ser,
nuestra mismidad.
Como los
niños que miran a largo plazo, no tengo prisa por apurar el tarro de las
golosinas, que además consumo poco a poco con mis nietos y a escondidas de mis
hijos. Quiero saborearlas a tope, pero una a una, suavemente, dulcemente, sin
agobios. Como cuando mi hija siendo pequeña comía los yogures con la cucharilla
al revés para que le duraran mucho más. Como hacer el amor con encanto y delicadeza,
pensando no solo en uno mismo. Como si el tiempo vital fuese infinito.
Yo tampoco quiero ya, como el poeta, reuniones interminables, ni soportar a personas absurdas. No quiero actos sin fundamento, ni aguantar a fantasmas ni fantoches. Quiero compartir la vida y mis innumerables inquietudes -en esto no tengo límite- con gente interesada como yo, por el devenir de la humanidad, pero no en abstracto, sino empezando por los que tenemos cerca y contando con los que tenemos lejos. Quiero estar con personas nobles, de las que no se pavonean en el éxito logrado (eso piensan ellos) pisando a los de abajo y riendo las gracias a los de arriba.
Quiero estar con individuos humildes, de los que saben
que es más importante ser que tener y que solo tiene mérito lo que se logra con
esfuerzo y con decencia (como se decía antes) o con ética (como se dice ahora).
Quiero compartir inquietudes con humanistas que no solo piensen en las personas
sino también en la naturaleza. Quiero estar con ecologistas que defiendan no
sólo a la naturaleza sino también al ser humano. Quiero conocer a patriotas que
no lo sean solo de su patria chica, sino que miren más allá de su campanario y consideren
a todos los humanos de todos los colores, ideologías y géneros, como sus congéneres
ya que todos compartimos la misma casa, la patria Tierra. Quiero encontrarme
con vecinos que, como montañeros, devuelvan el saludo. Quiero vivir en lugares a
escala humana donde el viandante sea el rey. Quiero disfrutar de las pequeñas
alegrías de la vida, como ver madurar a los hijos y disfrutar con los nietos. Quiero
seguir aprendiendo, mantiene la mente activa. Quiero seguir siendo curioso,
dicen que así no se envejece nunca.
Pero no me
quiero agobiar con que tenemos dos vidas y la segunda empieza cuando te das
cuenta de que solo te queda una. Solo nos dan una vida y con ella tenemos que
tirar para adelante. Las cartas nos vienen dadas y tenemos que jugar con las
que nos tocan. Aprovechemos el tiempo. "Carpe diem" decía Horacio. Pero, a
estas alturas, con tranquilidad. Por mucho madrugar no amanece más temprano. Quiero
apurar la vida con relajo. Que el azar o el destino actúen, cuando y como consideren,
pero sin atosigar, que me encontraran seguramente, como las musas al artista,
ocupado pero sereno, con los deberes hechos, la maleta preparada y, como a Antonio
Machado le gustaba, ligero de equipaje. Pero quiero dejar cosas para cuando
sea mayor. Mi alma no tiene prisa.
Mikel Etxebarria Dobaran
Publicado en el Correo el 21 de abril de 2022, coincidiendo con el día de mi cumpleaños; siendo lo más leído del diario en ese día.
https://www.elcorreo.com/opinion/tribunas/alma-prisa-20220421222459-nt.html
https://www.youtube.com/watch?v=bvFLKyAGzzI
Mario de Andrade |
Interesante reflexión. Muchas gracias por compartir.
ResponderEliminarAgradecido por el seguimiento y el comentario.
EliminarGracias Mikel
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, Gonzalo.
EliminarEl tiempo no es nada sin pasión por la vida. Gracias por compartir tanto en a tus publicaciones (no paro de aprender de ellas).
ResponderEliminarEl aprendizaje es mutuo. A mí también me gusta aprender de mis lectores, aunque a veces no sepa quienes son. 😉
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