Guiri auténtico |
Estamos en agosto y, siguiendo
recomendaciones sindicalistas, me he propuesto este año, por motivos
variopintos, aprovechar el momento (aquello de Horacio del “carpe diem”),
que salga el sol por Antequera y ponerme el mundo por montera, ya que las
curvas, con las que nos reencontraremos sin remisión en el nuevo curso, he
decidido afrontarlas cuando toquen (aquello de César de cruzar el río
cuando lleguemos al próximo puente).
Estoy a la orilla del llamado por los
romanos Mare Nostrum. A una temperatura constante superior a 30 grados y con
una sensación térmica cercana a los 40 . Con el agua del mar, no digamos la de
la piscina, que parece una sauna. Todo muy llevadero para uno del norte, aunque
también allí pega duro de vez en cuando. ¡Estas son auténticas maniobras de
supervivencia y no las de la mili en el desierto de los Monegros¡ Y eso que me
disfrazo; parezco - dice mi hija- un guiri, por altura, color de ojos, piel, el
pantalón corto, el sombrero de paja, las sandalias y provocando, al parecer,
que siempre me hablen en la lengua de Shakespeare.
Cuando voy a
la playa acompañado de la familia (nietos inclusive), llevamos móviles, relojes,
gafas de sol, gorras y llaves. Además, crema para el sol, sombrilla, sillas,
baldes, palas, flotadores, tablas y dinero. Lógicamente también toallas,
camisetas, sandalias y trajes de baño. Pero bueno , somos varias personas, de
momento no hace falta contratar a ningún sherpa – ya llegará-, así que todo es digerible.
Y, además, mientras nos ponemos a remojo,
siempre alguien de la familia se encarga de controlar el inventario.
Pero a veces, cuando me escapo de los
míos y voy solo a la playa, me estoy acostumbrando a ir ligero de
equipaje. Desde luego sin ninguna
tecnología: sin portátil, sin ipad, sin móvil, no sea que alguien me llame y
además no es, al menos para mí, lugar ni para trabajar ni para leer , ya que me
gusta hacerlo en papel, con lapicero y tomando notas. Tampoco llevo reloj, para
que el transcurrir del tiempo sea el que sea, sin agobios ni prisas. No llevo
gafas ni de sol ni de las de leer, ni gorra para la cabeza. No llevo ni las llaves de casa. Tampoco,
siguiendo recomendaciones gubernamentales, llevo corbata.
Lo que llevo es una toalla, un tanto
demodé para poder secarme, ya que tomar el sol para una piel albina como la mía
es un suicidio; a lo sumo me suelo poner rojo, con lo cual puedo ejercer de
athletizale con piel rojiblanca a cientos de kilómetros de la “Catedral”. Llevo
también unas chanclas decimonónicas y descoloridas, para justo poderme mover
por la calle, de casa a la playa y viceversa. Me pongo también una camiseta naranja,
con publicidad de una marca telefónica, que empezó con mucho arraigo y apoyo ciclista
y también llevo un traje de baño - de los decentes, de pata , no de los pequeños
y ajustados - ya que ni voy a una playa nudista ni uno está ya para muchas exhibiciones.
Mi objetivo es ir a nadar un rato y darme un
paseíllo por la orilla para secarme. Por tanto, dejo en la arena, ocupando poco
espacio y sin extender, la toalla, la camiseta y las chanclas. Así si alguien
se quiere apropiar de lo ajeno, cosa que en mi caso lo dudo, se llevaría una
toalla vieja, un niki obsoleto y un calzado poco presentable. Con lo cual ,
casi me haría un gran favor. Por mi parte, me quedaría sólo en traje de baño,
pero estando domiciliado a unos metros de la playa confío en no ser detenido
por la autoridad competente.
Después del baño playero, me dirijo a
casa , a ver si tengo suerte y me abren la puerta, , ya que no llevo llaves. El
asunto es que, para tocar el timbre, que hay que hacerlo dos veces , primero en
una puerta de entrada a la urbanización y luego en otra de entrada al portal,
hay que marcar un código. Como no llevo gafas de leer no veo de cerca un
pimiento y seguramente tocare por dos veces no a mi casa sino a dos diferentes
vecinos (con mala suerte, para ellos) o un mismo vecino (con muy mala suerte
para él). Ellos me verán por el interfono y pensarán que ya está el pesado de
turno tocando el timbre y, sobre todo, las narices. El caso es que , hasta el
momento, siempre he conseguido que me abrieran la puerta. Claro que iba con la
camiseta puesta. El día que me presente -porque los rateros han picado el cebo-
solo con el bañador, descalzo, mojado, despeinado, con barba de varios días y
con piel rojiblanca, igual llaman a los servicios sociales.
Por último, cuando voy vestido de calle , para
pasar por un guiri auténtico necesitaría llevar calcetines, y aunque me
vendrían bien porque las sandalias me hacen marcas, creo que incumpliría alguna
norma de preservación de energía y sobre todo de sentido común.
Cosas del veraneo, de vivir el momento
y de andar por la vida, como Machado aconsejaba, ligero de equipaje.
Mikel Etxebarria Dobaran
Publicado en El Correo y diarios del Grupo Vocento el 13 de agosto de 2022
https://www.elcorreo.com/opinion/tribunas/verano-ligero-equipaje-20220813215907-nt.html
https://www.diariovasco.com/opinion/verano-ligero-equipaje-20220813000214-ntvo.html
😄😂😂🤣🤣 Salvo x que me puedan confundir como guiri, me identifico mucho con lo de ir ligera de equipaje y también me gusta leer lápiz en mano. Disfruta de ese ambiente playero y sí, ya cruzaremos el puente cuando nos toque. Un abrazo dsd Laredo.😘🤗🙋♀️
ResponderEliminarMuchas gracias, Cristina, por tus comentarios. Que disfrutes en Laredo dónde espero que el Cantábrico, nuestro Mare Nostrum, sea mas llevadero que el Mediterráneo. Un abrazo fuerte.
EliminarHola Mikel, defines muy bien el aprovechamiento playero del momento. Muchos lo practicamos así. Feliz verano, un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias, Patxo. Feliz verano, igualmente. Un abrazo fuerte.
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