Es de sentido común que las empresas deben ser primero rentables, es decir, ganar dinero honestamente. También conviene que la rentabilidad o sostenibilidad (como le llaman algunos) no sea sólo económica, sino también social y ambiental. Además, deben de tener alma, funcionar con parámetros éticos, y sin olvidarse de sobrevivir en el día a día, tener una visión a largo plazo. Por si esto fuera poco, también deben de considerar a sus grupos de interés. Hoy me centraré en este último tema.
Por grupos de interés (stakeholders) se consideraba inicialmente a los accionistas (shareholders) y como derivación a los Consejos de Administración y CEOs o consejeros delegados. Luego, se incluyó a los directivos, que según Galbraith, deben de considerarse empresarios, sobre todo, en las grandes empresas. A regañadientes se agregaron a los trabajadores y a sus representantes sindicales. También se fueron añadiendo en la consideración de grupos de interés a los clientes, a los proveedores, a las administraciones públicas y a las entidades financieras. Y por último, ya más en tiempos recientes, a la sociedad y al planeta.
Voy a
empezar diciendo que hay muchas empresas y organizaciones que intentan cumplir
en la medida de sus posibilidades con sus grupos de interés, aunque es complejo
ya que a veces representan objetivos contradictorios. Así, en la consideración
de las personas trabajadoras, destacan tanto las cooperativas y las sociedades
anónimas laborales, como las loables iniciativas de colaboración entre
organizaciones empresariales y administraciones públicas, tales como ekinBarri,
Fabrika o Relaciones Laborales 4.0. También, para multitud de empresas, sobre
todo, medianas y pequeñas, el tener en cuenta a la mayor parte de sus grupos de
interés es vital para su existencia.
Otra
cuestión es la de las grandes corporaciones, entre ellas las suministradoras de
bienes y servicios esenciales que corresponden a sectores muy regulados y que,
en un mar revuelto están obteniendo enormes beneficios (energía, agua,
finanzas...) más por carambolas del destino que por gestión propia.
Suelen tener
en muy buena consideración a su CEO, su Consejo y sus accionistas. Tiene
toda la lógica. Los accionistas son los dueños, el Consejo su representación y
el CEO su ejecutivo más relevante. En muchos casos, cuando las cosas van bien y
la empresa es cada vez más importante es el CEO quien modela a su Consejo,
aunque puede que en su día fuese elegido por él. Además en los Consejos, aparte
de la representación accionarial o consejeros dominicales, hoy en día tienen
cabida conseguidores, influencers y políticos, en muchos casos en detrimento de
expertos en la materia concreta de la empresa; a esos los reservan para sus
puestos directivos.
A las personas trabajadoras de estas
empresas cada vez se les consideran más como meros recursos (recursos humanos les
llaman) y además amortizables; en un mundo con cada vez más digitalización,
robotización e inteligencias artificiales cada vez tiene menos complejidad su
sustitución, por tanto ¿para qué perder el tiempo con ellos?
Como algunos sectores son además
oligopolísticos - aunque peor sería aún la dictadura del monopolio- procuran, sin
que se note demasiado, no competir abiertamente, aunque pueda resultar difícil
demostrar la concertación. Así ocurre que los clientes o usuarios, esos
tontos útiles, se encuentran cautivos; así, aunque se cambien a la teórica
competencia, seguirán sujetos a tarifas, al euribor, a precios regulados, … que
son repercutidos inmediatamente cuando perjudica al cliente. ¿Para qué tenerles
en cuenta si están enjaulados y se les puede estrujar hasta límites insospechados?
Por otra
parte, a sus proveedores, casi tan numerosos y cautivos como los
clientes, les basta con estar eternamente agradecidos a estas empresas por
contar con ellos; es más, hasta reciben premios de ellas por ser sumisos.
Por su
parte, las administraciones públicas deben de mostrar su regocijo en que
estas empresas paguen impuestos y mantengan puestos de trabajo en lugar de
buscar paraísos fiscales, aborrecer del arraigo, o quejarse de inseguridad jurídica.
La
sociedad civil es un
ente difícilmente reconocible, no tiene representación clara ni unitaria y por
tanto, mientras no meta ruido no existe.
Por último, ¿Quién tiene en cuenta al planeta? Hemos estado y seguimos en buena parte considerando
al crecimiento como la panacea del bienestar. Además, la contaminación suele
ser una mera externalidad, es decir, un costo que otros asumen. Se están dando
pasos al respecto, pero falta mucho camino por recorrer.
En
definitiva, hay empresas (cuanto más grandes peor) en las que hay muy poco interés
por la mayor parte de sus teóricos grupos de interés. Algunos de estos se están
dando cuenta. Convendría que tomen nota.
Mikel
Etxebarria Dobaran
Publicado en El Correo y diarios del Grupo Vocento el 26 de marzo de 2023
https://www.diariovasco.com/opinion/mikel-etxebarria-dobaran-grupos-interes-20230326083628-nt.htm
Enorme, como siempre Mikel. La responsabilidad de las grandes empresas tiene tanto peso como su tamaño, y que olviden, por el camino, la ética en sus procesos es peligroso para todos. Un fuerte abrazo y me quedo esperando tu siguiente publicación.
ResponderEliminarMónica García
Muchas gracias, Mónica. Al menos hay que intentar remover conciencias. Un abrazo fuerte.
ResponderEliminarRemover conciencias es lo que haces con tus artículos. Gran labor. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Anónimo.
ResponderEliminarMikel, has dado en la tecla y creo que la sociedad civil debiera ser protagonista (ahora no lo es todavia, salvo en los paises escandinavos, en esta sociedad tan liquida y voluble que nos toca vivir. Los valores eticos son incuestionables. Un abrazo.
ResponderEliminar<Eskerrik asko, Jose María. así es, creo que si no nos movemos y organizamos no nos tienen en cuenta. Una abraçada.
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