Me gusta escribir. Es una de mis pasiones. Lo hago desde
hace muchos años en artículos publicados en medios de comunicación, sobre cosas
y cuestiones muy variadas, a veces relacionadas con el mundo de la economía y
de la empresa donde me encuentro como pez en el agua y otras veces sobre otros
temas, incluso en algunos casos, filosóficos. Al hilo de esto, mi buena amiga
Cristina Maruri me ha pedido que colabore en este libro.
La verdad es que me resulta complicado porque a pesar de lo dicho anteriormente hay asuntos que por precaución no suelo tocar, bien por ignorancia o bien porque me temo que mi aportación no va a resultar muy interesante, porque lo del miedo al ridículo hace mucho que lo tengo superado, ya que he cumplido cierta edad y tengo mucha "mili" a cuestas. Y no es que quiera, por otra parte, seguir la táctica de poner las expectativas tan bajas que cualquier cosa que realice pueda “colar”, sino simplemente pretendo ser sincero con los que se animen a leerme. Además, en la temática propuesta, puedo entender la actitud de homosexuales de un género u otro, o incluso la posible esquizofrenia existencial de los trans, pero se me hace más difícil comprender- tener en cuenta que además de vasco soy tauro y por tanto doblemente cabezón- la bisexualidad. Pero a ver quién es el guapo que da una negativa a un ofrecimiento de Cristina. Por tanto, vamos a intentarlo.
Me voy a retrotraer a recuerdos personales; a cuando uno
era un mocoso, un chaval de los años 60 del pasado siglo, es decir, del
pleistoceno. En un colegio de frailes. Todos chicos. Teníamos un profesor de
francés. Con un poco de “pluma”, o esa impresión nos daba. Algunos éramos un
poco traviesos; bueno, realmente, bastante malos. Nos reíamos de todo y de
todos, incluso de este pobre y buenazo profesor. Yo concretamente -entono mi
mea culpa y por vez primera en público- un día en una clase de francés intente
imitarle en su forma de hablar, un tanto amanerada. No me riñó ni me gritó, simple
y educadamente me expulsó de clase. Sería la primera vez en mi vida que me invitaban
a abandonar una clase. Más adelante, en la adolescencia y en tiempos convulsos
ocurriría nuevamente, pero ya digamos que por motivos más presentables, por reivindicaciones
políticas.
Volviendo a lo anterior, uno no se daba cuenta entonces, de
niños; que algunos de entre los cuales me encuentro, teníamos actitudes muy
poco humanas, nada comprensivas y bastante salvajes. Los que nos instalábamos
en la “normalidad”- definida por nosotros mismos y la educación recibida- criticábamos,
censurábamos y nos reíamos del “diferente”. Y este podía serlo por cualquier
motivo. Por ser gordo, bajo, lento, torpe, tartamudo, gangoso, homosexual, … Daba
lo mismo; en definitiva, por ser de otra manera, por ser distinto.
El problema lógicamente se agudiza si no sólo es una
actitud infantil -poco madura, aún no formada, en proceso de aprendizaje-, sino
cuando se persevera en ello siendo ya uno adulto, donde además de por los
motivos anteriores, puede atacarse al diferente, simplemente por ser mujer, por
ser inmigrante, tener otro color de piel o ser pobre.
Defendía Montaigne, que todos los humanos somos
compatriotas, porque sólo hay en el mundo una patria. No parece que esta
idílica idea haya tenido muchos seguidores, ni en el pasado ni en el presente y
puede que tampoco en el futuro. No nos comportamos como compatriotas ni nos
vemos todos iguales. En muchos casos, hasta los más ninguneados en algunas
sociedades, intentarán encontrar a otros que tengan alguna particularidad, para
que puedan ser más ninguneados que ellos mismos y hasta por ellos mismos.
En general, las religiones y las ideologías, en principio
faros para vislumbrar el mundo, no ayudan mucho para que comprendamos a los
demás. Se arrogan a sí mismas, sea las que fueren, estar en posesión de la
“verdad” y por tanto todos los que quedan fuera son “herejes”. Machado, visualizando
que no hay verdades absolutas, escribía: “¿Tú verdad? No, la verdad y ven
conmigo a buscarla. La tuya guárdatela”.
Simplemente, que se considere enfermos y susceptibles de
tratamiento a las personas que tienen un comportamiento sexual diferente a la
norma establecida, resulta insultante. Y esto, hoy en día, en pleno siglo XXI
se sigue manteniendo y en muchos casos, por personas que se las dan de cultas o
por estados, religiones o ideologías que desde sus púlpitos se arrogan
interpretar dónde se encuentran el bien y el mal. Ya no digamos si además se
les trata como delincuentes.
A lo largo de la historia, incluso personajes muy
relevantes, han tenido que, sin atreverse a salir del armario, esconder sus
orientaciones sexuales. Un pequeño botón de muestra, además, en varios de mis
referentes.
El ya citado, Michel de Montaigne: renacentista, filósofo
y humanista, autor de “Los Ensayos”, del que se conoce su enorme amistad, afecto,
amor en definitiva, con su desgraciado, por su muerte prematura, joven amigo Étienne
de la Boétie, autor del famoso “Discurso sobre la servidumbre voluntaria”.
El posiblemente más influyente economista - sin disponer
además de título oficial- de todos los tiempos, John Maynard Keynes, que
casado (¿por guardar las apariencias?) con la bailarina rusa Lidia Lopkova
tenía, entre otros, de amante al pintor Ducan Grant.
El inventor de la naturaleza, como le denomina la escritora
Andrea Wulf, al menor de los hermanos Humboldt, a Alexander,
al que no se le conocían relaciones íntimas con mujeres y si obsesión por
amigos masculinos, por ejemplo por su ayudante Carlos Montufar, al que le
consideraba un “Adonis”.
Por fortuna, en los últimos tiempos, sobre todo en
ambientes culturales, actores y actrices, cantantes, directores de cine, músicos
y hasta políticos, no han tenido reparo en no esconder sus orientaciones
sexuales. En cambio, en ámbitos deportivos sigue siendo, en general, algo que
cuesta manifestar.
Realmente entiendo que el que quiera lo haga, pero
personalmente considero que no habría de ser necesario contarlo, que en todo
caso, si se hace, es para darle normalidad. Lo que se realice en ámbitos
privados y con libertad, concierne a cada uno y debe ser siempre respetable y
respetado.
No obstante, debemos ser conscientes y considerarnos
afortunados, de que vivimos en el mundo occidental y en un Estado, que tras
cuarenta años de dictadura y no muchos más en democracia, se han recuperado
derechos y libertades. Esto, por desgracia, no ocurre en la mayor parte del
mundo, donde son ignorados no solo los derechos sexuales sino todo tipo de
derechos humanos. El concepto que tenemos de derechos humanos en las sociedades
occidentales, fundamentalmente en Europa y América, no es el mismo que tienen
otro tipo de sociedades. Y además tenemos que estar muy alerta, porque incluso en
nuestras sociedades se perciben fenómenos populistas y fanáticos, que persiguen
la conculcación de los derechos conseguidos, en muchos casos, -como diría Churchill-
con sangre, sudor y lágrimas.
Intentando poner en orden mis propias ideas, propongo este decálogo:
1) Perseveremos en las virtudes de la tolerancia y la
comprensión, frente a la intransigencia y el desprecio.
2) No consideremos que es contrario a la naturaleza lo que
no concuerda con nuestras costumbres, porque otros pueden tener otras, tan
respetables como las nuestras.
3) Frente al fanatismo, propiciemos la curiosidad y la
imaginación.
4) Sólo existe libertad si la tenemos todos, no solo unos
privilegiados.
5) En un mundo donde lo que se valora es el éxito a
cualquier precio y a toda costa, prefiramos el respeto a las minorías.
6) Empatía frente a narcisismo.
7) Detener el egoísmo expandiendo la solidaridad.
8) Amor al prójimo, sea quien sea.
9) No descuidarse en la defensa de los derechos, porque
pueden ser arrebatados en un suspiro.
10) Practiquemos el humanismo con mayúsculas, no eliminando
la condición humana al diferente.
Por último, espero, habiendo aprendido bien la lección de
ser respetuoso con los demás, no ser nuevamente expulsado, esta vez, de mi humilde
aportación a la diversidad.
Mikel Etxebarria Dobaran
Economista de vocación y Humanista por convicción
Mi colaboración en "Sin polilla en los armarios".
Antología LGTBI. Libro coral y solidario.
Participamos más de ochenta personas: Begoña Beristain, Mikel Alvira, Amaia Goikoetxea, César Coca, Carmen Peñafiel, Abel Amutxategi, Unai Basurko, Toti Martínez de Lecea, Cristina Mendía Ibarrola, Javier de Juana, Jon Barrutia, Manu Álvarez, Isidro Elezgarai, María Gago, Alex Oviedo, Carolina Pérez Toledo, Juan Carlos Duque Ametxazurra, Mamen Peinador, Francisco Irazusta,… entre otros..
Coordinado por la escritora Cristina Maruri.
Un homenaje a la diversidad.
Los rendimientos de la venta del libro se dirigirán a la Fundación Manolita Chen, cuya misión es dar apoyos y oportunidades a las personas LGTBI. Los pedidos se pueden realizar a:
Tarqus Editorial, tarquseditorial@gmail.com 667.004.612
En La Vanguardia 1 de octubre de 2023:
Orgullo, valentía y libertad (ampproject.org)
En Twitter (X)
https://twitter.com/Infolagun/status/1708776216407195999
En Cadena Ser:
Este articulo de Mikel Etxebarria Dobaran, me ha hecho recordar un pasaje bíblico en Génesis 18 :24, donde Yahvé le dice a Abraham que si hay 50 justos en la ciudad no la destruirá, pero el va bajando la parada, quizas porque es un conocedor del alma humana. 45? 40? 30? 20? 10? Pues aunque parezca irreal aún quedan personas que creen en los valores del humanismo y eso es no solo importante si no trascendente.
ResponderEliminarMuchas gracias, Antonio y que seamos cada vez más.
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