Por suerte,
y a la vez por desgracia, estamos en un mundo en el que las noticias y las
imágenes asociadas a ellas son instantáneas. Además, cuanto peores, más
rápidamente conocidas.
Sin
quitarnos de la vista la consternación por lo que acontece desde hace un tiempo
en Ucrania, aunque siendo conscientes de que también existen otras guerras
menos mediáticas, ha resurgido de una forma brutal el conflicto en Oriente
Próximo.
Teniendo la
suerte de tener nietos, me gustaría -creo que no soy original en esto- dejarles en herencia un mundo mejor. Soy de lo
que opinan -puede que sea un iluso redomado-
que lo que queremos, en general, las personas de a pie, es ser felices o
al menos disfrutar de la vida lo mejor posible; tener un trabajo u ocupación a
poder ser motivadoras y que nos posibiliten un sustento digno; rodearnos de
seres queridos, familiares y amigos;
disfrutar de aficiones culturales o deportivas,… Y todo ello sin molestar a
nadie, que de momento, al menos, hay oxígeno para todos.
Pero parece
que el mundo ,o los que mueven los hilos, van por otros derroteros. El
fanatismo gana cada día más adeptos. Amos Oz al recordarnos que se encuentra en el ADN del ser humano, defendía que su
surgimiento es anterior a la religión, la política y la ideología. Por mi parte,
considero que cuando religiones, ideologías e ideas políticas -cualquiera de
ellas- se consideran en posesión de la única verdad, lo propician.
No siendo
experto en geopolítica, ni en casi nada, me da la impresión de que en el mundo -y
puede que no solo ahora sino siempre- prevalecen los intereses sobre los valores,
los egoísmos sobre las personas. Se llevan a cabo genocidios porque, además de tener
el supuesto apoyo de los dioses y la pretendida posesión de la razón absoluta, se
considera un fin supremo conseguir territorios -con sus riquezas incorporadas-
aunque eliminemos a personas porque nos
molestan.
Digo, en
primer lugar, que condeno la barbaridad del ataque terrorista reciente de
Hamás. También condeno lo que realiza un Estado como Rusia sobre la población
civil ucraniana y lo que realiza otro Estado como Israel -en este caso desde
mediados del siglo pasado- sobre la población civil palestina. Curiosamente
Rusia e Israel, Estados invasores, no acatan las resoluciones de Naciones
Unidas y en ambos casos cuentan con padrinos poderosos, antagonistas entre
ellos, que les apoyan. Afortunadamente hay ciudadanos rusos e israelís que
están en desacuerdo con las actuaciones de sus gobiernos en este asunto. De la
misma manera que no hay que confundir a Hamás con el pueblo palestino.
Resulta
vomitivo admitirlo, pero las guerras son un gran negocio para unos pocos.
Interesa que existan. Algunas empresas dan salida a sus "stocks" de armamento y pueden
invertir ingentes cantidades en su I+D de destrucción y muerte. Habrá compañías que se froten las manos con la reconstrucción de lo destruido. Sirven también
para poner prietas las filas internas ante el enemigo exterior (que si no
existe, se inventa).
Resulta
complicado comprender como es posible que sufridores -y sus descendientes- de
hambre y frio, de brutalidades y exterminios, sean capaces de replicarlas en
otros seres humanos. Dicen que ocurre cuando se elimina la condición humana al
diferente. Cuando se es un "maldito judío" para los nazis o un "terrorista
palestino" para algunos judíos, un "nazi ucraniano" para algunos rusos o un "salvaje indio" para algunos norteamericanos. Al dejar de ser personas para
convertirse en ratas inmundas, es posible exterminarlas sin piedad. Y lo que
consiguen además es crear fanáticos a destajo.
Hace años
leí la emotiva reflexión “El hombre en
busca de sentido” del psiquiatra Víctor Frankl, que padeció las penosas
circunstancias de un campo de concentración nazi. Proponía que busquemos un
propósito a nuestra existencia, algo que nos de motivos para vivir, aunque sea
en escenarios tan excepcionales y penosos como los que el mismo padeció.
¿Cuáles pueden ser nuestros
propósitos ante un escenario mundial complejo? Las acciones humanitarias son
condición necesaria e imprescindible, sobre todo con carácter inmediato, pero
no condición suficiente. Es precisa una visión holística y a largo plazo con una
autoridad global con galones de verdad; debemos presionar a nuestros gobiernos
para ello. No podemos seguir tolerando invasiones caprichosas e indecentes
exterminios. Humanismo y fraternidad. Defender la diversidad. Buscar una intersección
de valores compartidos. Mente abierta. Ética y solidaridad. Colaborar antes que
competir. Empatía. Desarrollo sostenible. Inteligencia natural. En definitiva,
una nueva Ilustración. Y para encarar los propósitos, invertir en capital
humano (en el del mundo entero y en el propio).
Mikel Etxebarria Dobaran
Publicado en El Correo y diarios del Grupo Vocento, el 5 de noviembre de 2023.
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