Calafell, la playa, el mar y la eternidad |
Casa-museo de Carlos Barral |
L' Espineta, el bar-refugio de los Barral |
Mis nietos y su cuadrilla en la playa de Calafell |
Aunque ya
lejana en el tiempo mantengo en el recuerdo, no sin cierta añoranza, a la
infancia -a la de los hijos y a la propia- junto a sus veranos infinitos,
quizás porque me encuentro en Calafell en un tórrido verano acompañando a la
infancia de los nietos. Para el poeta Rilke la infancia era la patria
verdadera. Y curiosa o casualmente, como diría Auster, el traductor al
castellano de los “Sonetos de Orfeo” de Rilke fue Carlos Barral, el poeta enamorado
de Calafell.
Carlos
Barral (1928-1989) se definía así mismo como poeta por vocación y editor por
herencia. Aunque lo que más le gustaba era escribir, sobre todo poesía, por lo
que será más reconocido será por su faceta de editor, que lo fue al heredar la
editorial Seix-Barral, copropiedad de su padre y luego dirigir Barral Editores.
Como
escritor fue miembro de la “Generación de los años 50” junto a los
“letraheridos” Gil de Biedma, Benet, Ferrater, Sánchez Ferlosio, Caballero Bonald
o los Goytisolo entre otros. Como editor, sería, dándole una nueva visión a su
editorial, el divulgador mundial de la literatura latinoamericana: Vargas
Llosa, Bryce Echenique, Cortázar, Borges…. Además, un magnífico prosista,
son muy recomendables sus “Memorias”, agrupadas ahora en un solo volumen.
El padre de
Carlos Barral, muy aficionado a la mar -poseía una embarcación llamada Capitán
Argüelles- compraría a finales de los años 20 del siglo pasado una tienda de pescadores
-una botiga- junto a la orilla de la mar en Calafell. Allí se criaría el niño
Carlos, entre marineros curtidos, en un pueblecito marinero muy diferente del
actual masificado y turístico, y no lo abandonaría nunca. Allí se casó con otra
hija, como él, de la burguesía catalana. Allí vivió, por largas temporadas, en
el local de pescadores convertido en vivienda. Tendría también su bar, “L’ Espineta”,
regentado en diferentes momentos por su mujer y sus hijos (tuvieron cinco).
Y a
Calafell, tanto a la casa junto al mar, convertida desde hace veinte años en
casa-museo, como al bar, llevaría a sus escritores-amigos para sus tertulias,
en las que hablando y cantando intentaban arreglar -entonces también era
complejo- el mundo. Esos compañeros de aventura eran, entre otros, Mario Vargas
Llosa, Gabriel García Márquez, Juan Marsé, Anna María Moix, Jorge Edwards, …con
lo que aportó premios Nobel a la villa marinera.
Ahora que se
habla tanto de marca personal, Carlos Barral, renacentista y polifacético, creó
su propio personaje. De aspecto enjuto, alto y afilado. Con mente lucida y
ágil. Con voz portentosa, muchas veces dictaba sus escritos. Con abundante
perilla y sin bigote. Usando gorra de capitán de barco, se perfilaba, hasta en
tierra adentro, como un auténtico y algo excéntrico lobo de mar. Del padre
heredó no sólo la editorial y el apellido “industrial”, sino la casa de
Calafell, el amor a la mar y el apodo de “Capitán Argüelles”. Le dio tiempo a
ser senador y eurodiputado, no siendo como otros intelectuales un mero
figurante, aprovechó para defender los derechos de autor y la ley de costas.
Calafell, villa marinera desde el s. XVII,
tuvo mucha “madera”, ya que más de 300 metros de playa en dos filas ocupaban
sus embarcaciones, cuando estaban ordenadas al disponer de varadero mecánico.
Todo aquello desapareció. Ahora solo existen, dedicadas a mantener viva la
llama del pasado, la Cofradía de pescadores y la casa-museo de Barral. Siento
una sana envidia por la casa-museo porque aún nosotros no la tenemos en Bilbao –
la hay en Salamanca y Fuerteventura- para Unamuno, poeta, escritor y
renacentista como Carlos Barral, que, por cierto, tenía ascendencia materna vasca.
Sugiero, ya que la casa natal del bilbaíno en la calle Ronda la tenemos
abandonada, que en el renovado Museo de Bellas Artes de Bilbao tenga hueco la
literatura -como bella arte que es-, y él mismo, no para su engrandecimiento,
que no lo necesita, sino para el del propio Bilbao, que, a veces, olvida a los
profetas de tierra propia.
Volviendo a
la mar, los del norte consideramos, con cierta precipitación, que al
Mediterráneo le falta bravura, frescura y fuerza y le sobra calentura y
placidez. Con los años uno se va dando cuenta que, como las aguas del rio de
Heráclito, el mismo mar cada día puede ser diferente. Además, el Mare Nostrum
tiene una ancestral historia y le han dedicado una de las mejores canciones, la
de Serrat, que jamás se hayan escrito.
Mientras, cerca
de la playa, mi nieto pequeño -cinco añitos- me regaña, ya que cree erróneamente
que me dejo ganar a las cartas (al “Uno”): “Aitite, juega en serio”, me suelta;
recuerdo que Barral decía que el mar es lo más parecido a la eternidad, que la
playa es el mundo verdadero y que Calafell era su mito de la infancia feliz.
Espero que también lo sea para mis nietos.
Mikel Etxebarria Dobaran
Publicado en El Correo el 25 de agosto de 2024
El "Capitán Argüelles" |
Recreación de la villa marinera de Calafell |
Memorias de Carlos Barral |
Carlos Barral en ¨A fondo¨ en 1976 con Joaquín Soler Serrano https://www.youtube.com/watch?v=elcUWPy7dlM
Serrat y Mediterráneo Zhttps://www.youtube.com/watch?v=1qfh-BhVKZc
Articulo replicado por el Ayuntamiento de Calafell en Facebook https://www.facebook.com/patrimonihistoriccalafell/
Precioso entrañable artículo, Mikel, que me ha amenizado el ya agradable café de la mañana. Eskerrik asko!
ResponderEliminarMila esker, zuri, Begoña. Igande on.
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