En una conferencia –debate en el Club de Roma ( think thank ,como se dice hoy en día, que por cierto cumple cincuenta años) que nos ofreció en Bilbao el escritor y catedrático de Economía de la Universidad de Barcelona, Antón Costas, nos quedó claro que intelecto y estupidez pueden ser perfectamente compatibles.
Y es que le hicimos una pregunta ,
aprovechando su conocimiento y vivencia del “proces” o contencioso catalán, en
el sentido de ¿cómo es capaz una buena
parte de una sociedad aparentemente culta y formada como la catalana, optar ,por
decirlo de una forma gráfica, por lanzarse desde el trampolín más alto y
haciendo una pirueta mortal a una piscina …… sin agua? ¿ como se pueden dejar
manipular por charlatanes y vendehúmos? y el afamado articulista nos explicó al
respecto, que partiendo del nihilismo, la preparación intelectual puede
compatibilizarse sin problema con la indecencia y la estupidez.
Expongamos algunos otros ejemplos. En la
Alemania de entre guerras, una sociedad bastante culta , sorprendentemente se
deja dominar por el fanatismo y la intolerancia. En la Atenas clásica, una
elite erudita y civilizada , no tuvo empacho en decretar la muerte al que el
oráculo de Delfos señalaba como el hombre más sabio de su tiempo, Sócrates, acusado de corromper (¡¡¡)
intelectualmente a la juventud. En nuestra querida Euskalherria hemos soportado a iluminados que con apoyo de
parte, afortunadamente minoritaria, de una sociedad tampoco inculta del todo,
pretendían a sangre y fuego liberarnos de nuestros yugos. De vez en cuando
acontecen sucesos como que jóvenes bien educados y de familias seguramente normales
y formales tienen como hobby apalear, maltratar y humillar a mendigos.
Y hay afamados intelectuales que son
capaces de “comprender” acciones terroristas y masacres esperpénticas mientras
no contradigan su ideología.
Vemos que no es un problema actual sino
que va en la esencia del ser humano y se repite en la historia sin cesar. Ante
el fanatismo, el populismo, el totalitarismo ¿ no sirven de antídoto la
cultura, la formación y la educación? Parece que no. Las evidencias empíricas
nos demuestran que no son antídotos. Pueden ser , en todo caso, condiciones adecuadas,
puede que incluso necesarias, pero en absoluto suficientes.
Y es que no sirve cualquier cultura,
formación o educación. La cultura se debe sedimentar en valores nobles, como el
respeto al prójimo y a las minorías , las buenas maneras, la educación, la
empatía, la verdad, el humanismo como estandarte, la honradez como bandera, la
ética aunque más la de las virtudes que la utilitarista o la deontológica , la
tolerancia, la humildad, el amor por el trabajo bien hecho, el aprecio del
esfuerzo, el espíritu colaboracionista, la solidaridad, el pensamiento crítico,
la vida exigente, la duda,…
Y estos valores se enfrentan, en una
lucha desigual, a los becerros de oro del mundo actual: el éxito rápido, la
fama a cualquier precio, el dinero como tótem y medida de todas las cosas, la
inteligencia al servicio de uno mismo, la postverdad, la grandielocuencia, el
egoísmo, la intransigencia, el cumplir de cualquier manera, el logro
apremiante, el narcisismo, la competitividad exacerbada, el eliminar su
condición humana al diferente, la autocomplaciencia, la ausencia de reflexión, la
existencia acomodada, la certeza,…
Los valores nobles son los valores del
alma humana, son los valores sólidos. Y no parece que sean los más apreciados
en esta sociedad líquida , como la denomina Bauman . Entre los becerros de oro del mundo actual también están,
parece que para despistar, la inteligencia, la cultura y la formación pero su
objetivo no es engrandecer el espíritu sino la vanidad, no es ampliar la mente
sino en todo caso el bolsillo. Además si vienen mal dadas (crisis, guerras,
depresiones,…) no habrá problema, no supondrá ningún trauma mental, que el
hombre se convierta, porque ya lo es, en un lobo para el hombre (Hobbes), que etnias que han convivido
durante siglos se masacren sin piedad, que no haya peor cuña que la de propia
madera, que las guerras civiles sean realmente como señalaba Unamuno, inciviles.
También conviene apuntar que hemos
renegado en el mundo occidental , sobre todo porque la jerarquía eclesiástica
no predicaba con el ejemplo, de la religión, que al menos aportaba ciertos
valores de respeto, de entrega , de esfuerzo, de trabajo,… Hemos matado a Dios,
como diría Nietzsche y sus
sucedáneos , como el superhombre, nos han llevado por el camino de la ira, del
odio y de la intransigencia.
En definitiva se precisa, reflexión y lenguaje
verdadero que es la esencia del ser humano. ¡ ¡Cuidado con los charlatanes, con
los populistas, que no nos arrebaten la verdad¡. Lo que se dice debe
refrendarse con lo que se hace. Decía Orwell
que en una época de engaño universal , decir la verdad es un acto revolucionario. ¡Huir como de la
peste de los que propongan soluciones sencillas a problemas complejos¡. Hagamos
como sugería Montaigne, prestar
oídos a todo el mundo pero la mente a nadie. Recuperemos y fomentemos el
pensamiento crítico; nos pondremos en peligro como Sócrates pero tuvo a Platón
que difundió su mensaje que aún perdura y sus verdugos, los defensores de las
esencias del pensamiento establecido, del status quo de entonces, han quedado
relegados al olvido de la historia, si bien, tendremos que aguantar a
imitadores suyos que perdurarán por toda la eternidad. Emulando a Einstein, no intentemos convertirnos en
personas de éxito , sino en personas valiosas. Como nos propone Rob Riemen , siguiendo a Thomas Mann que a su vez seguía a Goethe, hagamos frente a la estupidez ilustrada
con nobleza de espíritu, con espíritu humanista.
Mikel
Etxebarria Dobaran.
Publicado
en Deia el 2 de abril de 2018
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