“Todas las empresas con alma se parecen unas a otras, pero las que no la tienen lo son a su manera”.
Permítanme que haya cometido la
osadía de emular a León Tolstoi, aunque
en su caso se refería a las familias, en lugar de a las empresas y a su felicidad
en lugar de a su alma.
Mi jefe y maestro , durante varios lustros,
en su estilo habitual en el que no sabías si te quiere examinar o tomar el pelo,
me preguntaba en cierta ocasión a ver si conocía el significado de S.A. A uno
que lleva toda una vida en el ámbito mercantil
lo primero que le viene a la mente es que querría referirse al acrónimo
de Sociedad Anónima; pero como esto era tan evidente - estábamos ante una especie
de pregunta trampa- a lo que quería referirse por S.A. era a Sin Alma, en
referencia a Empresas, Sociedades Anónimas en su mayor parte, carentes de ella.
El alma es importante en las personas y también en las empresas; y , al menos
por mi parte, no se trata de una cuestión religiosa sino humanista y además no
una cuestión ornamental o decorativa sino esencial y vital.
¿Qué
es el alma en una empresa? El alma es la
autenticidad. Son las raíces. Es la diferenciación. El alma es la humildad. Es
tener un comportamiento ético, virtuoso diría Aristóteles , decente en roman paladino. El alma es la marca. Es el
motor de la existencia. Aunque da la impresión de ser inmaterial, si no está presente, la vida mercantil o incluso
la vida personal no tienen sentido. Una empresa tiene alma cuando respeta a
todos sus grupos de interés, a sus accionistas y a sus trabajadores, a sus
clientes y a sus proveedores, a las entidades financieras y a las
administraciones públicas, a la sociedad y al planeta en el que vivimos. Y no a
unos más que a otros. Debe buscar el equilibrio con compromiso, justicia y
sentido común. Una empresa , da igual que sea pública o privada, se nota que
tiene alma cuando los trabajadores no solo no tienen miedo sino que tienen
ilusión y orgullo por formar parte de ella. Cuando sus directivos, aunque no
sean accionistas, defienden a la empresa como si fuera propia y son capaces de
expresar que independientemente de quienes sean los dueños, ellos son la
empresa. Una empresa tiene alma cuando sus accionistas , que aspiran justamente
a la maximización del beneficio, también apuestan por la continuidad del
negocio a lo largo del tiempo. Cuando sus sindicatos no realizan reclamaciones
extemporáneas. Una empresa tiene alma cuando cumple las normativas de buen
gobierno, paga sus impuestos y a sus proveedores y devuelve sus créditos. Cuando
cumple con sus clientes en tiempo y plazo y con un precio justo.
¿Qué
es no tener alma? Es despedir, aunque sea legal, cuando haya un cambio
accionarial importante, a la cúpula directiva de la noche a la mañana. Es delegar
la empresa a manos de algoritmos y dejarse guiar por criterios solo técnicos. Es engañar a una embaraza (haciéndole firmar con
carácter retroactivo un contrato eventual con fecha de caducidad) realizándolo
para más sarcasmo desde una clínica maternal de renombre. Es no cumplir con el
cliente lo contractualmente comprometido. Es poner trabas a la flexibilidad y
conciliación laboral y al respeto al descanso. Es hacer mobbing. Es tener como
único objetivo la rentabilidad no importando la manera de conseguirla. Es
contaminar el planeta externalizando costes. Es deslocalizar la producción para
pagar salarios de miseria. Es autoengañarse pensando que los robots van a
atender a los clientes mejor que las personas. Es domiciliarse en paraísos
fiscales para eludir al fisco.
¿Cómo
se detecta que una empresa no tiene alma? Cuando
liderar no es servir. Cuando no existe la colaboración espontanea. Cuando falta
el compromiso . Cuando es un tormento y un suplicio ir a trabajar. Cuando el
presencismo es norma de la casa. Cuando se asciende pisando cabezas en lugar de
saltando barreras. Cuando el espíritu de equipo brilla por su ausencia. Cuando
traspasar los marrones es lo habitual. Cuando el amor por el trabajo bien hecho
es un desiderátum.
Volviendo al símil tolstiano, las
empresas con alma se parecen unas a otras en que dan más importancia a las
motivaciones trascendentes , como tener actitud empática, ayudar a los
compañeros , apreciar el esfuerzo, ser solidarias o ponerse retos, que a las
motivaciones externas, como el sueldo, el bonus, el tamaño del despacho o el
reconocimiento individual. En las empresas con alma se valoran las
posibilidades de desarrollo, la conciliación y la flexibilidad, el ambiente
laboral , la participación y la misión y los valores de la empresa. En las empresas
sin alma, eso sí, cada una a su manera, los valores predominantes son: el éxito
rápido, la fama a cualquier precio, el peloterismo, el beneficio como tótem y
medida de todas las cosas, el cumplir de cualquier manera, la
autocomplaciencia, la ausencia de reflexión, la vanidad,… Ahora bien, no es
obligatorio tener alma: se puede ser persona (eso sí, no humana) y empresa (eso
sí, no humanista) sin alma.
No lo tenemos fácil. En las Empresas nos
preocupamos por el beneficio neto, las ventas, la rentabilidad, todo aquello
que se pueda medir, que sea susceptible de KPI - acrónimo anglosajón (¡¡¡)
indicador clave del rendimiento- y en las Escuelas de Negocio la formación
sobre el Alma no pasa de centrarse ,en el mejor de los casos, en asignaturas
marías como “Ética y Valores” o “Gestión Humanista”. No obstante, nos señalaba Ortega
y Gasset que “el alma se expresa en
la palabra y se imprime en la acción”; pongámosla, por tanto, en practica:
además de hablar del alma, actuemos con ella, vivamos con ella, impregnemos
nuestros actos en nuestra vida personal y laboral de alma. Sepamos que cuando
una empresa, o una persona, un país, un imperio que han tenido alma empiezan a
dejar de tenerla es el comienzo de su declive, de su autodestrucción. No
dejemos que las personas, las empresas, las S.A. (Sociedades Anónimas) s.a. (sin
alma) nos coman la tostada.
Mikel Etxebarria Dobaran
Publicado en El Correo y en El Diario Vasco el 28 de julio de 2019
Mikel Etxebarria Dobaran
Publicado en El Correo y en El Diario Vasco el 28 de julio de 2019
Emocionante: Reconoce el valor de la ética en el entorno profesional, e identifica las alertas que anticipan la muerte del Alma empresarial. Gracias por esta publicación.
ResponderEliminarMuchas gracias, Mónica, por tu interés y aportaciones.
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